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Bárbara Loeb: volver al aula


Acaba de cumplir 45 años como académica de la UC, lo que coincidió con su retorno presencial a la Facultad de Química y de Farmacia, tras más de un año y medio lejos de la universidad. "Hay muchas personas que faltan, ya sea porque les coincidió el momento de la pandemia con su retiro, o porque sencillamente ya no están", dice la profesora en este relato en primera persona.

Retrato de profesora Bárbara Loeb frente a unos arbustos en campus San Joaquín.

photo_camera "Me emociono al recordar las decenas de ojos ansiosos que seguían atentos la clase de hoy, apenas asomándose sobre las mascarillas, dando vida a este nuevo amanecer de la experiencia docente en presencialidad", dice Bárbara Loeb, profesora titular y exdecana de la Facultad de Química y de Farmacia. Créditos de foto: César Cortés.

Hoy me toca retomar las actividades presenciales luego de un largo período en casa por la pandemia. Me siento como una escolar en el primer día de clases. Mi marido me lleva al metro, no advirtiéndome que, por la excitación de este esperado momento, salí sin mascarilla. Las miradas de furia de quienes pasan a mi lado me hacen reaccionar. Por suerte, tengo mascarilla de repuesto en la cartera. Pero… ¡oh, sorpresa! El metro está cerrado. Falla mecánica. Solo llega hasta Estación Manquehue.

Me subo a un bus, ocupo la tarjeta senior del metro. Pero falla. Me acuerdo que debo usar la tarjeta Bip. La saco e intento usarla. Falla. El chofer, al ver mis canas, se compadece y me abre la puerta de atrás... Bus fuera de toda norma Covid-19 en cuanto a aforo. Todos tratando de llegar al metro. Finalmente, logro acceder al metro, cuyo vagón va bastante más vacío.

Al bajarme, paso por la boletería de Estación San Joaquín para revisar mis dos tarjetas Bip. Una estaba efectivamente desactivada por no uso y la otra no tenía fondos. Ahora cada una tiene $10.000, así que ¡me puedo pasear en bus por todo Santiago hasta fin de año!

"Mucho ha cambiado. Hemos también cambiado. Más allá de los cuidados sanitarios, hay muchas personas que faltan, ya sea porque les coincidió el momento de la pandemia con su retiro, o porque sencillamente ya no están" - Bárbara Loeb, profesora titular de la Facultad de Química y de Farmacia

Una clase a capella

Llegué bastante más tarde de lo esperado al campus, por lo que después de devorar una añorada media luna acompañada del consabido cortado, me concentré en la clase, agregando detalles que faltaban al Power Point, y probando el computador nuevo, adquirido en plena cuarentena por falla del anterior, con los equipos de la Facultad de Química y de Farmacia, para ver que no hubieran problemas de conexión. Todo funcionó correctamente.

Me dirigí a la sala, y -nueva sorpresa- estaba absolutamente vacía. ¡Nadie! Esperé un rato, y nada. De repente, entra una de las señoras del aseo, a quien le comento mi extrañeza. Ella me acota que hay un grupo grande de alumnos en el pasillo del piso de más arriba. Voy a ver, y pregunto si alguien era de Química...¡todos! Se habían confundido de sala... Son novatos online -pienso- a fin de cuentas.

Con ellos dentro trato de accionar mi notebook, y... ¡nada! No había caso. Llamo por celular a la facultad por ayuda. Espero y espero...y ¡nada! (Lógico…con los nervios se me olvidó indicar la sala en donde iba a estar). Por lo tanto, decido hacer la clase “a capella”. Parece que 45 años de servicio de algo sirven, porque creo que fue la parte de la clase donde más interesados noté a los estudiantes.

Durante el descanso, fui a buscar ayuda experta, la que tampoco pudo accionar el sistema. Pero en precaución habíamos traído equipo de respaldo, por lo que finalmente pude desarrollar la segunda parte de la clase sin problemas.

Un día especial

En el metro de retorno a casa, voy pensando en este día tan especial. Por una parte, no pudieron haber ocurrido más acontecimientos. Por otra, mis rodillas acusan recibo de varias horas de pie y miles de escalas de metro, después de siglos sentada y encerrada. Pienso también en lo que ha sido este año y medio de pandemia. Parece increíble que desde nuestro encierro hayamos podido seguir impartiendo docencia. Se nos abrieron mundos y herramientas desconocidas, y aplicaciones como Zoom pasaron a ser parte de nuestras vidas de la noche a la mañana. De la importancia de escribir en el pizarrón con una escritura clara y legible, pasamos a la importancia de la voz, que con variedad de matices trataba de mantener atentos a quienes nos escuchaban, o suponíamos nos escuchaban, detrás de la pantalla.

De vacaciones este verano, se me acercó un joven llamándome por mi nombre. Ante mi sorpresa, me dijo que había sido mi alumno el semestre anterior, y que me había reconocido por la voz. ¡La voz pasó a ser nuestro distintivo!

"Parece increíble que desde nuestro encierro hayamos podido seguir impartiendo docencia. Se nos abrieron mundos y herramientas desconocidas, y aplicaciones como Zoom pasaron a ser parte de nuestras vidas" - Bárbara Loeb, profesora titular de la Facultad de Química y de Farmacia

Ahora estamos de vuelta, pisando de nuevo el campus, disfrutando de su verdor y colorido. Pero no es un volver atrás, no es un volver a lo mismo. Mucho ha cambiado. Hemos también cambiado. Más allá de los cuidados sanitarios, o de que algunos casinos y otros locales no estén funcionando, hay muchas personas que faltan, ya sea porque les coincidió el momento de la pandemia con su retiro, o porque sencillamente ya no están. Por consiguiente, abundan caras nuevas, que no conozco, y que no me conocen. Hace sentirse un poco extraña.

Pero, lo que no cambia es el leit motiv de nuestra vida académica, nuestros estudiantes, siempre expectantes, siempre esperando que les entreguemos lo mejor de nuestra experiencia y conocimientos.

Ya al término de mi periplo, me emociono al recordar las decenas de ojos ansiosos que seguían atentos la clase de hoy, apenas asomándose sobre las mascarillas, dando vida a este nuevo amanecer de la experiencia docente en presencialidad.
 


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