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¿Qué significa ser indígena en Latinoamérica moderna?


La pregunta respecto de la identidad e identificación étnica ha adquirido gran importancia en América Latina durante los últimos años. Los pueblos originarios son actores sociales y políticos activos en la región, sin embargo, la existencia de diversos indicadores para medir esta población imposibilita aprehender con exactitud quién es indígena, dificultando su reconocimiento y manifestando una falta de consenso en su definición. El Instituto de Sociología UC y el Centro de Estudios Interculturales e Indígenas realizaron un seminario sobre este tema.

¿De qué manera se comprende ser indígena en pleno siglo XXI en América Latina? ¿Cuáles son los pilares fundamentales que sustentan la identificación indígena? ¿Cómo se transmite la identidad étnica a través de las generaciones? estas fueron algunas de las preguntas analizadas en un seminario realizado por el Instituto de Sociología UC y el Centro de Estudios Interculturales e Indígenas el mes pasado. El encuentro internacional fue denominado “Identidad e Identificación étnica en América Latina”. 

En primer término, el investigador norteamericano Edward Telles de la Universidad California-Santa Barbara, presentó los resultados de la investigación Pigmentocracias, raza y etnia en América Latina, realizada en cuatro países del continente: Brasil, Perú, México y Colombia. El estudio se propuso revisar de qué forma de pregunta por la identificación racial e indígena en los cuatro países abordados, revisado encuestas disponibles que recabasen información sobre adscripción racial.

Es importante definir qué es raza y etnia, tomando en cuenta a veces hay superposición entre ambos conceptos. Es un campo de estudio muy fuerte en Estados Unidos. De este modo, se pretendía observar cómo se piensa la cuestión racial, las interacciones a partir de la raza, en distintos contextos.  A partir de esto es posible  saber hasta qué punto la raza y la etnia influyen en la desigualdad social en América Latina. Por ejemplo, el color de piel puede vincularse con la estratificación social, donde existe una correlación entre una mayor piel oscura y una pertenencia a una clase social inferior. Sin embargo, el color no es un buen proyector de identificación racial. También se constató que el estatus económico, el dinero, genera un proceso de “blanqueamiento”, proceso que no ocurre si hablamos consideramos el nivel educacional. 

En un segundo turno, Christian Berger, investigador de la Escuela de Psicología UC expuso los resultados preliminares sobre un estudio que revisa la relación entre estudiantes de enseñanza media indígenas y no indígenas, en escuelas municipales, subvencionadas y particulares de Temuco y Santiago. Este proyecto tenía como motivo indagar en las formas que permitan disminuir prejuicio y discriminación entre jóvenes y adolescentes de ambos grupos. Se parte desde el aserto de que una identidad étnica afianzada es un elemento deseado para el desarrollo de una persona.

El desarrollo de la identidad se relaciona con el vínculo con pares. Hay que favorecer el contacto pero con ciertas condiciones: en un estatus equivalente, con metas comunes y cooperación intergrupal, espacios extraprogramáticos de intereses comunes, apoyo social e institucional a ese contacto. Si existen estas condiciones facilitadoras, el contacto reduce prejuicios.

Como resultado preliminar, se observó que tanto para niños mapuches como no indígenas, el apoyo de su familia y de sus pares implica un mayor nivel de integración cultural.  

En tercera instancia, Florencia Torche, de la New York University, presentó un proyecto titulado “¿Quién es indígena en América Latina?”, el cual se focalizó en Perú y México, ambos países con significativa proporción de población indígena. Esta investigación de enmarca en un contexto que por primera vez, los censos incluyen preguntas sobre identidad indígena. Al mismo tiempo un incipiente reconocimiento de los derechos indígenas y una transición, a menos en el discurso oficial, hacia la aceptación de que somos países multiculturales. Ahora bien, la identificación o clasificación indígena varía entre los países y dentro de cada país. La idea prevalente es que todos somos mestizos, una raza mezclada.  

En este sentido, los casos de México y Perú son opuestos. Mientras en el primero los movimientos indígenas que han sido fuertes, en el último casi no existen y han vivido la estigmatización; son mestizos indígenas, aunque hablan una lenguaje indígena. Son percibidos como indígenas, pero ellos rechazas la identidad indígena. Por esto se les ha llamado un “país indígena sin indígenas”.  

El estudio halló un nuevo modo de ser indígena. Jóvenes en su mayoría, que no hablan la lengua indígena, pero revelan una autoidentificación, se sienten indígenas de acuerdo a sus ancestros y costumbres. Este es un grupo que orgullosamente establece su identidad, aunque su relación con la lengua se ha ido debilitando. Es grupo naciente no establece correlaciones con color de piel o nivel educacional. Perciben que hay discriminación en contra de los indígenas, sistémica, a pesar de que ellos no la han sufrido directamente. Es un grupo que exige modos de expresar su indigeneidad de forma distinta. 

El seminario concluyó con la intervención de la investigadora Mariel Mateo quien presentó la investigación “Ser mapuche en Chile”. Este estudio apuntó a desentrañar cuáles son los criterios más relevantes en el juicio de categorización mapuche en la nueva generación, en qué se basan los jóvenes urbanos cuando consideran al otro como mapuche. La pérdida de territorio provocó la migración de los mapuche, residiendo actualmente el 64% de ellos en zonas urbanas, y cuya mitad han nacido en la Región Metropolitana.

La sangre de la etnia está deteriorada, ya que se presentan altos niveles de exogamia, casados con pareja no mapuche, lo cual torna difuso identificar en términos de fenotipo la diferencia entre mapuche y no. A esto se suma la pérdida de la lengua, casi completamente en las nuevas generaciones, al igual que los ritos. Todos estos antecedentes nos muestran una inestabilidad en la identidad mapuche.

Ahora bien, los resultados del estudio exhiben no obstante una proyección de la etnicidad en la sociedad contemporánea. Lealtad y orgulloso por las tradiciones, sin una necesidad de practicarlas de forma permanente: identidad simbólica predominante en el ambiente secular. Ser mapuche es más voluntario y obligatorio, un sistema flexible en el cual la autoidentificación juega un rol importante. Se ha dejado atrás la idea del mapuche pretérito y aparece la decisión individual, alejada de la dimensión objetiva y relacional, implantándose lo simbólico. En este sentido, la autoidentificación como nuevo pilar de categorización proyectaría la sobrevivencia del grupo en el contexto urbano. Sin embargo, aún persiste una vigencia de la dimensión esencialista, como color de piel, sanguineidad. Estamos en vista de una confluencia de dimensiones objetivas y subjetivas. Una visión compleja y en caso alguno unidimensional.

 

INFORMACIÓN PERIODÍSTICA

Rodrigo Burgos, periodista, roburgos@uc.cl


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