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¿Qué nos identifica como sociedad chilena?


Después de tiempos turbulentos, que nos han hecho darnos cuenta que somos una sociedad bastante más heterogénea de lo que pensábamos, hace sentido preguntarnos qué nos identifica y cohesiona, cómo hacemos para que las diferencias no se conviertan en un abismo y nos reencontremos en lo cotidiano. 

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photo_camera Más que hablar de una identidad “chilena”, se trata de ser sensibles a la existencia de identidades de diverso tipo que conviven, a ratos de forma tensionada, en nuestra sociedad, y que han aparecido con gran visibilidad durante el estallido social y el Proceso Constituyente. (Crédito fotográfico: iStock Phooto)

La lengua, tradiciones, ritos, símbolos e historia compartida en un territorio, entre otros, el sentido de pertenencia, son todos elementos que conforman la llamada “identidad nacional”

En el caso de Chile, al igual que en el resto de Latinoamérica -así como en Europa-, el concepto de identidad nacional proviene del siglo XIX, como una manera de consolidar los estados nacionales recién creados. Para la élite, era esencial construir un relato sobre un origen común, que luego se fue consolidando a través de la educación, símbolos y héroes patrios.

Como comenta la directora del Centro de Estudios de Conflicto y Cohesión Social (COES) y profesora del Instituto de Estudios Urbanos y Territoriales, María Luisa Méndez, se trata de una “identidad cuyas élites habrían contribuido a construir con el propósito de instaurar un régimen político culturalmente homogéneo, el cual lesionó y dejó huellas que estamos evidenciando hasta ahora”.

Como explica la socióloga, estas huellas se reflejan en las reivindicaciones de los pueblos originarios, en la tensión entre Santiago y las regiones, la anexión de territorio en el norte y la invisibilización de la identidad andina, entre muchas otras. 

Más que hablar de una identidad “chilena”, se trata de ser sensibles a la existencia de identidades de diverso tipo que conviven, a ratos de forma tensionada, en nuestra sociedad, y que han aparecido con gran visibilidad durante el estallido social y el Proceso Constituyente. “Estamos en un momento clave para entendernos de forma genuina como una sociedad plural”, agrega María Luisa Méndez.

Identificación con Chile

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El 85% de las personas siente orgullo por la nacionalidad chilena y se identifica con Chile, de acuerdo al Informe final del Consejo Asesor para la Cohesión Social, del Ministerio de Desarrollo Social y Familia, de octubre de 2020. (Crédito fotográfico: iStock Photo)

Con todo, el 85% de las personas siente orgullo por la nacionalidad chilena y se identifica con Chile, de acuerdo al Informe final del Consejo Asesor para la Cohesión Social, del Ministerio de Desarrollo Social y Familia, de octubre de 2020. Y como consigna el documento, si bien existe un leve descenso respecto de años anteriores -en 2010 alcanzaba un 92%-, sigue siendo una cifra muy alta; incluso aunque en los jóvenes este orgullo es un poco menor, en este grupo etario llega al 79%.

En cuanto a la identificación nacional, el 88% de los encuestados en 2018 respondió estar de acuerdo o muy de acuerdo con la afirmación “me identifico con Chile” (según el mismo informe).

Como explica Roberto González, profesor de la Escuela de Psicología también investigador principal de COES e investigador del Centro de Estudios Interculturales e Indígermnas (CIIR), la identificación social  tiene al menos tres elementos centrales: 

·      El sentido de Pertenencia

·      La valoración o satisfacción con el propio grupo

·      La solidaridad con sus miembros

Las personas en general buscan tener una imagen positiva de sí mismas y de los grupos a los que pertenecen. De ahí que -como se firma en el informe mencionado- “se puede suponer que, si las personas se identifican como miembros de una nación, intentarán evaluar positivamente a la nación a la que pertenecen”.

Pero además, las identidades no son estáticas. Como explica el académico, “la representación nacional va variando. Los hábitos y prácticas van cambiando, en la medida que la población también se va haciendo más diversa”.

Las personas necesitamos sentirnos parte de algo, autopercibirnos como miembros de un grupo, o de varios. De ahí que podemos sentirnos identificados, simultáneamente, con varias identidades, tanto sociales -una religión, un equipo de fútbol, una causa-, como nacionales. 

Es así como por ejemplo, un 45% de personas se asumen como mapuche y chilenas, al mismo tiempo, de acuerdo a la Encuesta Especial del Centro de Estudios Públicos (CEP), sobre las percepciones y expectativas de los habitantes de las regiones del Biobío, La Araucanía y Los Lagos, de 2022.

“Estamos en un momento clave para entendernos de forma genuina como una sociedad plural” - María Luisa Méndez, directora COES.

Nacionalismo vs patriotismo

Como manifiesta el profesor Roberto González, “cuando las identidades se ven amenazadas, surge la necesidad de diferenciación. Las personas se refugian más en su identidad”.

Y de ahí surgen, por ejemplo, los discursos nacionalistas. Como explica el académico, el nacionalismo va asociado a una comparación (“somos mejores que otros”); cuando se da en altos niveles, surgen la intolerancia, prejuicios y estereotipos. Conecta con la identidad nacional, pero también con un sentido de superioridad.

Como contrapartida, el patriotismo es una adhesión positiva a la nación. Es una expresión de orgullo nacional, de adhesión e identificación. Cobran vida los símbolos patrios y expresiones como “¡vamos chilenos!”

Como se afirma en el informe del Consejo Asesor para la Cohesión Social, “se considera que el nacionalismo está intrínsecamente relacionado con la derogación de otros grupos, mientras que el patriotismo revela una relación positiva con el propio grupo (Blank y Schmidt, 1993). De esta forma el patriotismo se entiende como un apego afectivo hacia la propia nación que implica sentimientos de pertenencia, responsabilidad y orgullo (Bar-Tal, 1993; Staub, 1997), aspectos que hablan de una positiva cohesión social y que no necesariamente se corresponden con actitudes y conductas derogatorias de otros grupos.

De la fragmentación al reencuentro

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La calidad del vínculo social: el buen trato, respeto, valoración por los otros independiente de su grupo, etc., es clave para mantener la cohesión social. (Crédito fotográfico: iStock Photo)

La identidad nacional es más bien una categoría amplia, en donde caben otras identidades. Precisamente muchas de esas identidades son las que hemos ido advirtiendo y reconociendo en los últimos años. Tras el estallido social nos dimos cuenta que los chilenos no éramos tan homogéneos como se pensaba: pueblos originarios, migrantes, feministas, ecologistas, minorías sexuales… la diversidad es bastante amplia.

Como afirma González, la sociedad chilena es bastante heterogénea: “Todos pertenecemos a la categoría de ‘ser chileno’, pero es fundamental reconocer y valorar la diversidad”.

Aquí es fundamental la calidad del vínculo social: el buen trato, respeto, valoración por los otros independiente de su grupo, etc. Esto es clave para mantener la cohesión social, referida a “la calidad de las interacciones entre miembros de una comunidad, definida en términos geográficos, y está basada en relaciones sociales resilientes, una conexión emocional positiva a la comunidad y un fuerte foco en el bien común” (Informe final Consejo Asesor para la Cohesión Social, 2020)

La cohesión social también tiene que ver con “la ausencia de fracturas o división dentro de la sociedad y la capacidad de manejar tales divisiones. Una sociedad cohesionada crea un sentido de pertenencia, promueve la confianza, combate la exclusión y la marginación y ofrece a sus miembros la oportunidad de una movilidad ascendente (Naciones Unidas, 2016).

Sin embargo, como sociedad también hemos evidenciado fuertes divisiones. “Más que polarización, yo diría que se nos ha hecho más evidente la fragmentación social y urbana en la habitamos”, afirma María Luisa Méndez.

¿Y cómo hacemos para que esa fragmentación no se convierta en un abismo?

“Creo que es fundamental no dar soluciones apresuradas que busquen resolver dicha fragmentación con nostalgia de un orden o unidad perdida. La fragmentación es también resultado de experiencias desiguales que tienen un origen más bien estructural. De ahí, por ejemplo, la visibilidad que ha adquirido el tema de los cuidados. Ese es un ámbito donde poder volver a encontrarnos. Más allá de nuestras diferencias, desde un punto de vista subjetivo, compartimos inquietudes sobre cómo criamos, cómo envejecemos, cómo cuidamos nuestro entorno, cómo nos sentimos frente al futuro. La respuesta, sin embargo, no puede volver a recaer solamente en las personas y debe implicar transformaciones de orden socioeconómico”, responde la directora de COES.

Y es que es en la vida diaria, donde compartimos experiencias y preocupaciones comunes: en general a todos nos preocupa tener una buena salud, una educación de calidad, espacios públicos adecuados y seguros, entre otros.

Se requiere que como sociedad nos encontremos, dialoguemos, construyamos acuerdos que permitan contar con las condiciones e instituciones necesarias que permitan lograr todo aquello.

Como concluye la profesora, el país se ha vuelto más diverso. No obstante, los vínculos se construyen también desde lo diferente. El desafío es construir puentes tanto cotidianos como institucionales que nos permitan, con todas nuestras particularidades, encontrarnos, cuidarnos y sentirnos parte del colectivo llamado Chile.

“(...) Cuando las identidades se ven amenazadas, surge la necesidad de diferenciación. Las personas se refugian más en su identidad” - Roberto González, académico de la Escuela de Psicología UC. 

 

 


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