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El mundo de los Nothofagus

Los misterios y la desafiante supervivencia de los bosques ancestrales de Chile


Quien ignora el mundo de los Nothofagus no conoce una parte importante de Chile. Este grupo de árboles que está representado por 10 especies en nuestro país, protagoniza una increíble historia migratoria y evolutiva que ha intrigado a la ciencia, y que hoy une a los chilenos con la Antártica. En palabras de los entrevistados, conforman los bosques más bellos del país, y su supervivencia ha sido marcada por el fuego y el hielo, cuál Juego de Tronos. Sin embargo, la acción humana ha llevado a algunos al límite, como es el caso del ruil, un verdadero fósil viviente que podría desaparecer si no lo resguardamos. Por ello, Ladera Sur invita a conocer a los Nothofagus de Chile a través de un breve viaje por su pasado, presente y por los desafíos para su futuro, en un artículo de la periodista Paula Díaz Levi. https://laderasur.com/

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photo_camera Actualmente, existen 35 especies de Nothofagus en el mundo, en distintos confines del hemisferio sur del planeta, con miles de kilómetros y un océano entre medio.- Foto Juan Armesto, académico UC.

Dominan el paisaje boscoso del sur de Sudamérica, y son conocidos popularmente como robles, ruiles, coihues, lengas, ñirres, raulíes y hualos. Nos referimos a los árboles Nothofagus, el mismo género que coexistió con bestias extintas como los dinosaurios, y que hoy cobijan a criaturas de diversa talla que van desde el caracol negro hasta el heráldico huemul. Han presenciado voraces erupciones volcánicas y su conquista de distintos parajes ha dejado perplejos a los estudiosos, motivando más de alguna controversia. Pese a su vasta trayectoria de supervivencia, la imprudencia humana les ha generado distintos problemas, como al abuelo ruil, el más ancestral de los Nothofagus que solo vive en Chile y que está al borde de la extinción.

Nothofagus en el pasado

Las Nothofagaceae o notofagáceas son una familia de especies arbóreas que posee un solo género: Nothofagus. El nombre de este último fue acuñado en 1850 por Carl Ludwig Blume y proviene de los vocablos latinos nothus (falso), y fagus (haya), que significa “falsas hayas”, en alusión al grupo de árboles de Europa – conocidos como hayas – que pertenecen al género Fagus.

“Cuando uno habla de Nothofagus, lo primero que hay que decir es que en el contexto del constructo intelectual del siglo XIX, cuando comienzan a describirse las especies, se le puso ese nombre como eco a unas especies que existen en el hemisferio norte, que son los Fagus, principalmente las hayas, robles, y una gran familia de plantas que tienen dominio fuera de los trópicos, en las zonas templadas del mundo. Sin embargo, Nothofagus se habría originado en el sur”, introduce Marcelo Leppe, paleobiólogo y director nacional del Instituto Antártico Chileno (INACH).

 

Robles de Santiago en otoño. Foto Juan Armesto.

Actualmente, existen 35 especies de este género en el mundo, distribuidas en Chile, Argentina, Australia, Nueva Zelandia, Nueva Guinea y Nueva Caledonia. Dicho de otro modo, viven en distintos confines del hemisferio sur del planeta, con miles de kilómetros y un océano entre medio.

¿Cómo es posible que los Nothofagus hayan arribado a lugares tan lejanos entre sí?

Fue esa misma interrogante la que se hizo el botánico inglés Joseph Dalton Hooker, quien emprendió en 1839 una expedición junto a las tripulaciones del Erebus y del Terror por la Antártica, Tierra del Fuego, Australia, Tasmania y Nueva Zelandia. Durante los cuatro años de exploración, recolectó información que se materializó más tarde en una serie de volúmenes para la obra “Flora Antarctica”. En estos rincones y países conoció a los Nothofagus y otras especies, varias de los cuales reflejaban un origen común, pese a las incalculables distancias que las separaban. Eso llevó a Hooker a pensar en “un pedazo de tierra más grande y continuo que el que ahora existe en el océano”, aludiendo a zonas que otrora conformaban una superficie, pero que luego quedaron sumergidas.

“Cuando uno habla de Nothofagus, lo primero que hay que decir es que en el contexto del constructo intelectual del siglo XIX, cuando comienzan a describirse las especies, se le puso ese nombre como eco a unas especies que existen en el hemisferio norte, que son los Fagus, principalmente las hayas, robles, y una gran familia de plantas que tienen dominio fuera de los trópicos, en las zonas templadas del mundo"- Marcelo Leppe, paleobiólogo y director nacional del Instituto Antártico Chileno (INACH). 

Sin embargo, su hipótesis generó controversia y no tardó en ser calificada como un disparate. Inclusive su buen amigo, el connotado naturalista Charles Darwin, sostuvo que la distribución de las especies emparentadas se debía a largas migraciones desde el hemisferio norte. De hecho, no han sido pocos los filogenetistas que, en décadas posteriores, aducen a una dispersión transoceánica de los Nothofagus.

Sin embargo, la idea de Hooker resultó no ser tan descabellada.

El académico de la Universidad Católica, Juan Armesto, cuenta que “lo que más llama la atención de los Nothofagus, si uno mira su distribución, es que están distribuidos a ambos lados del océano Pacífico. Por ejemplo, entre Sudamérica, Australia y Nueva Guinea hay una distancia gigantesca, entonces, uno se preguntaría cómo llegó a tener esa distribución tan separada, hay un océano entre medio. Esa distribución es muy antigua y se originó en Gondwana”.

 

Nothofagus. Chiloé.- Foto Juan Armesto.

"Actualmente, existen 35 especies de este género en el mundo, distribuidas en Chile, Argentina, Australia, Nueva Zelandia, Nueva Guinea y Nueva Caledonia. Dicho de otro modo, viven en distintos confines del hemisferio sur del planeta, con miles de kilómetros y un océano entre medio"- Marcelo Leppe, director INACH

Efectivamente, hace unos 200 millones de años, en el hemisferio sur del globo, se encontraba el supercontinente Gondwana, resultado de la división del mega-continente Pangea. Durante la denominada era de los dinosaurios, Gondwana era un gran bloque que unía a Sudamérica, África, Australia, Zealandia, India, Madagascar y Antártica.

“Esa era una sola masa de tierra que en algún momento se fragmentó y dio origen a los continentes separados que tenemos ahora. Esas separaciones continentales son por eventos geológicos. Las especies se separan después porque quedan diseminadas y fragmentadas, entonces, al quedar aisladas se producen diferenciaciones, especiación, y otros procesos”, explica Armesto, quien también es investigador del Instituto de Ecología y Biodiversidad.

Tales eventos nos conducen al denominado continente blanco, el cual en ese entonces era verde. En vez de hielo y nieve, en Antártica reinaban los tupidos bosques que probablemente se asemejaban a los que hoy atesoramos en el sur de Chile.

El origen de los Nothofagus es, precisamente, gondwánico. Estos árboles habrían llegado o se habrían diversificado en la península antártica hace aproximadamente 80 millones de años, y habrían cruzado desde allí hasta Sudamérica hace alrededor de 68 millones de años.

“Hoy, mirando con una visión más actualista y a la luz de los últimos hallazgos, estamos por confirmar que es un grupo que se habría originado en el sur, y en el continente más al sur de todos, probablemente en el continente antártico hace unos 80 millones de años, incluso un poco más. Desde Antártica habría colonizado distintas regiones del planeta, principalmente Oceanía, Papúa Nueva Guinea y Sudamérica. En África no alcanzó a colonizar, porque probablemente ya se había separado con anterioridad”, detalla Leppe.

“Lo que más llama la atención de los Nothofagus, si uno mira su distribución, es que están distribuidos a ambos lados del océano Pacífico. Por ejemplo, entre Sudamérica, Australia y Nueva Guinea hay una distancia gigantesca, entonces, uno se preguntaría cómo llegó a tener esa distribución tan separada, hay un océano entre medio. Esa distribución es muy antigua y se originó en Gondwana"- Juan Armesto investigador Instituto de Ecología y Biodiversidad, IEB

¿Pero cómo habría logrado cruzar a nuestro continente? La hipótesis más plausible es que fue a través de una clase de puente terrestre que permitió el primer ingreso del bosque dominado por Nothofagus a Sudamérica.

Así lo testifican el polen, las ramas y las hojas fosilizadas de Nothofagus que se han encontrado en diversas expediciones paleontológicas en el continente blanco y en sitios como Cerro Guido, en la Región de Magallanes y Antártica Chilena.

En efecto, en 2016 se publicó el hallazgo más antiguo de hojas de Nothofagus, en la isla Nelson, en Antártica, las cuales datan de hace unos 81 millones de años.

De esa manera, los Nothofagus no solo han sido claves para desentrañar los patrones evolutivos y migratorios acaecidos en el hemisferio sur, sino que son los herederos vivos de la íntima y pretérita relación entre Sudamérica y la Antártica.

Pese a ello, el continente blanco perdió a sus Nothofagus. “Desaparecen de Antártica hace unos 13 millones de años y quedaron definitivamente en los continentes del hemisferio sur, con excepción de África. Y eso es parte de la historia natural que lo hace tan atractivo y como modelo icónico para estudiar en biogeografía”, destaca Leppe.

Aunque la Antártica perdió a estas criaturas arbóreas, Chile tiene el privilegio de contar con 10 especies presentes en diversos ambientes. Además, nuestro país alberga al superviviente más antiguo del género: el ruil, que a su vez es la especie del grupo más amenazada en el país.

Así lo explican los investigadores. Leppe agrega que se han identificado cuatro linajes de Nothofagus, que en Sudamérica tendría solamente una especie viviente que representa al linaje ancestral: el ruil o Nothofagus alessandri. Se trataría de la misma especie “que se secó en la Plaza de Talca, que vive en la cordillera de la Costa, donde ha sido sometido a los más intensos incendios forestales en los últimos cinco años, y que está en peligro de extinción. Ese sería el linaje ancestral, que aguanta altas temperaturas, obviamente vivió en una Antártica mucho más cálida que la actual”.

Aunque la Antártica perdió a estas criaturas arbóreas, Chile tiene el privilegio de contar con 10 especies presentes en diversos ambientes. Además, nuestro país alberga al superviviente más antiguo del género el ruil,: que a su vez es la especie del grupo más amenazada en el país- señalan los expertos

“Es un fósil viviente, lo encontramos literalmente en casi todos los afloramientos relativamente cálidos, desde la era de los dinosaurios, y eso es notable. Habla de un modelo bastante primitivo dentro del linaje de las angioespermas. En la modernidad, cuanto más avanzado, más complejas son sus estructuras florales, que dependen de vectores como insectos o aves. Pero en el caso de los Nothofagus, el polen se dispersa por el viento, es lo más primitivo que hay dentro de las angioespermas, pero así y todo, ese modelo primitivo ha logrado ser muy exitoso en Chile, fue muy exitoso en Antártica y, además, con una dinámica de sobrevivencia de las perturbaciones. Las erupciones volcánicas son algo recurrente donde tenemos grandes poblaciones de Nothofagus en Chile. Fueron también recurrentes en la Antártica, donde hemos encontrado gran cantidad de coladas de lava con troncos de Nothofagus preservados, por lo tanto, esa dinámica de fuego y hielo, como Juego de Tronos, es la historia de Nothofagus”.

Especies de Nothofagus. Chiloé. Foto Juan Armesto.

Nothofagus hoy

Por décadas han existido algunas dudas sobre su clasificación, así que no es de extrañar que algunos digan que son ocho, nueve o 10 especies de Nothofagus en Chile.

Nuestros entrevistados nos hablan de 10 especies, las cuales se distribuyen entre las regiones de Valparaíso y Magallanes. Como bien precisa Armesto, se encuentran “desde el Cerro la Campana, donde los conoció Darwin, hasta Tierra del Fuego y Cabo de Hornos. Claro que hablamos de los Nothofagus en general, porque las especies de La Campana no tienen nada que ver con las de Magallanes”.

En tanto, Leppe subraya que “tenemos un amplio abanico de especies, desde árboles con hojas pequeñas y duras, con colores generalmente verde oscuro, y adaptaciones para la nieve, hasta ejemplares como el ruil y los robles que toleran altas temperaturas, periodos de sequedad, y que se les caen las hojas en invierno. Ese es el abanico con muchas respuestas ecofisiológicas, literalmente, para casi todos los ambientes que tenemos en Chile”.

Los de verde y persistente follaje

Por un lado, existen tres especies de coihues, los cuales “son los únicos Nothofagus siempreverdes”, puntualiza Armesto. Dicho de otro modo, sus hojas son perennes por lo que no caen en invierno.

De hecho, uno de los árboles más frecuentes del bosque templado en Chile es el coihue común (Nothofagus dombeyi), el cual vive entre las regiones de O’Higgins y Aysén. También escrito como coigüe, esta especie presenta un follaje denso, compuesto por ramas abiertas y horizontales, junto a sus hojas ovadas y lanceoladas, que poseen un borde aserrado. Posee flores masculinas y femeninas sin pétalos. Además, alcanza los 40 metros de altura, y su tronco cilíndrico presenta una corteza gris oscura, agrietada en sentido vertical.

Una distribución más restringida tiene el coihue de Chiloé (Nothofagus nitida), el cual habita entre las regiones de Los Ríos y Magallanes, siendo reportado también en algunos sectores de Argentina. Su follaje denso se compone de hojas de forma lanceolada, coriáceas (con textura parecida al cuero), romboidales y con borde aserrado. Presenta una corteza de coloración gris oscura, y puede alcanzar entre los 30 y 40 metros. Lo suyo son los climas lluviosos.

“Los bosques de Nothofagus son los más hermosos de Chile, porque tienen estas especies deciduas. Muchos se maravillan con los bosques amarillos y rojos del hemisferio norte, que cambian de colores en el otoño, como si acá no los tuviéramos. Como los hemos destruido, no tenemos dónde ir a verlos ahora, pero si uno va a algunas zonas cordilleranas en el Maule va a encontrar a esos bosques, o en Aysén y Magallanes donde están las lengas y los ñirres"- Juan Armesto. profesor Facultad de Ciencias Biológicas UC

Por último, el tercer miembro de este grupo es el coihue de Magallanes (Nothofagus betuloides), el cual – al igual que su par anterior – vive entre las regiones de Los Ríos y Magallanes. Como sugiere su nombre, es más frecuente en la zona magallánica. Sus ramas son tortuosas y estratificadas, y las hojas pequeñas, coriáceas y con borde dentado. Sus flores no poseen pétalos: mientras las masculinas son solitarias, las femeninas se reúnen de a tres. Su tronco es recto, con una corteza agrietada y de color gris oscuro. Como es de esperarse, resiste condiciones extremas como bajas temperaturas, la nieve y los fuertes vientos.

Bosques en Tierra del Fuego. Foto Juan Armesto.

Los de follajes encendidos y perecederos

Por otro lado, están las especies caducifolias, es decir, aquellas de hojas caducas que durante el otoño adquieren colores que van desde el amarillo al café, hasta los tonos naranjas y rojos, para luego caer en invierno.

“Los bosques de Nothofagus son los más hermosos de Chile, porque tienen estas especies deciduas. Muchos se maravillan con los bosques amarillos y rojos del hemisferio norte, que cambian de colores en el otoño, como si acá no los tuviéramos. Como los hemos destruido, no tenemos dónde ir a verlos ahora, pero si uno va a algunas zonas cordilleranas en el Maule va a encontrar a esos bosques, o en Aysén y Magallanes donde están las lengas y los ñirres”, asegura Armesto.

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