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Clase inaugural de Antropología UC:

Creencias culturales en contextos indígenas y su enfrentamiento con la política moderna


Una clase inaugural simbólica del programa de Antropología UC se realizó recientemente, con la presencia de la antropóloga peruana Marisol de la Cadena, de la University of California Davis. En su exposición titulada “Cuando la naturaleza no es común” analizó diversos casos de indígenas, cuyos parámetros y creencias culturales se contraponen con los de la política moderna.

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photo_camera Archivo UC

Este año egresará la primera generación del programa de Antropología de la Facultad de Ciencias Sociales UC. La directora es esta disciplina, la académica Marjorie Murray, abrió la clase inaugural del programa destacando este hito y dio la bienvenida a los nuevos profesores. Adicionalmente, destacó que ya está en curso la preparación de la malla curricular de lo que será el programa de Arqueología, que se inauguraría en 2018.

Tras el discurso de Murray tuvo lugar la presentación de la antropóloga peruana Marisol de la Cadena (University of Davis), quien dictó la charla “Cuando la naturaleza no es común”, donde abordó a diversos autores, entre ellos al filósofo Jacques Rancière.

La académica relató el caso de un grupo indígena –Tirakunas- de la montaña de Ausangate en Perú, tema que ha analizado anteriormente en sus publicaciones, aportando al área de la reflexión “étnica estatidística en Latinoamérica”. La disyuntiva que se produjo en 2006 en esta localidad, explicó, se vinculó a las diferencias de apreciación moderna en torno a Ausangate. Mientras la insdustria concebía este espacio como una montaña cuyos recursos podían ser explotados, los indígenas lo apreciaban como un "ser tierra", cuyas entrañas estaban en riesgo de ser perforadas.

La antropóloga ilustró cómo se han observado externamente este tipo de creencias indígenas a lo largo de la historia y citó al colonialista Cristóbal de Albornoz, quien hace 500 años calificaba su cosmovisión como “supersticiones”. Hoy, señaló la investigadora, la visión desde el Estado puede llegar a ser similar, pero la diferencia es que en esta época existen mucho más recursos y tecnologías para explotar rápidamente la naturaleza.

¿Qué ocurre cuando la naturaleza no es sólo naturaleza? Se preguntó la académica, quien relató que el caso de Ausangate tuvo un vuelco tras la decisión de los indígenas, quienes cedieron respecto de la defensa del "ser tierra" e ingresaron en los códigos de “la defensa del medio ambiente”.

“La montaña ganó, pero la contienda transcurrió en la ecología política y económica. La ontología política es el pleito por distribuir lo que es. Paradójicamente se debió silenciar el reclamo del ser tierra”, profundizó.  En estos términos, planteó, “la política moderna no acepta que Ausangate sea diferente a una montaña”.

La diferencia radical a la hora de concebir los mismos espacios, explicó, depende “de quién diga montaña”. En estos términos, la diferencia emerge como un “exceso” de la relación entre los tirakuna y el Estado, es decir, “el ser tierra excede a la comprensión del Estado”.

En la actualidad, aseguró De La Cadena, el ex presidente Alan García, incluso ha afirmado que los seres tierra no existen para el Estado, promoviendo “la extirpación de idolatrías” que anteriormente lideraba Cristóbal de Albornoz. Es tal la manifestación del poder de definir lo real y lo posible.

El desacuerdo político

En 2014, señaló la antropóloga, el 51% de las concesiones mineras estaba en territorios indígenas.  En esos territorios no se aceptaron reclamos indígenas, “revelando lo que es y lo que hace a la política moderna: aquello que no pueda ser históricamente verificado no es realidad para la política”.  Es, en definitiva, un desacuerdo ontológico. 

La académica citó al filósofo Jacques Ranciere respecto de su observación: “el requisito de la política es que reparte lo sensible”, donde alterar lo sensible ocurre con un desacuerdo político. “Yo digo que debe ser desacuerdo político si es ontológico”, expresó la antropóloga y agregó que “para mí lo sensible implica división entre naturaleza y cultura”, entonces se introduce una variable que no remite a lo histórico.

Sobre este tema también citó a la filósofa Isabelle Stentgers, quien llama a pensar “cómo podemos presentar una política que no establezca lo que puede o no puede ser”, es decir, una forma de hacer política que no requiera mirarse como adversarios. Esto, para De la Cadena, sin embargo, arriesga ausencia de voz política.  

Para ilustrar lo que señalan estos pensadores y sumando sus propias reflexiones, la académica volvió al caso de los tirakuna. “Ellos participan en política y dicen ‘montaña’ para poder defender al ser tierra. Adhieren a la división,  pero también la exceden. Y eso no significa cancelar el exceso”.

En la misma línea, narró el caso de Máxima Acuña, conocida como “la guardiana de la laguna”, pues a través de los años ha sido capaz de defender el territorio que -visto desde la política moderna- le pertenece, y que busca ser explotado por la minera Yanacocha. Sin embargo, la concepción cultural de Acuña se relaciona más con “ser con la tierra” que con “tener la tierra”.

Asimismo, la antropóloga citó el caso mapuche, ya que según su cosmovisión, la naturaleza no es recursos, sino seres. “Esta incomunalidad (lo no común) no le conviene al Estado”, explicó.

Finalmente, Marisol de la Cadena citó algunos ejemplos en Latinoamérica que dan cuenta de perspectivas más amplias en este sentido.

En 2008, manifestó, Ecuador declaró los Derechos de la Pachamana, mientras que Bolivia elaboró la Ley de la Madre Tierra, nociones que “desafían la Constitución moderna” y remiten a los derechos culturales “¿Qué pasa si la naturaleza (base material de recursos naturales para el bien común) no es solo tal?”, volvió a plantear la antropóloga.


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