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El Mercurio

Cómo los videos cortos pueden robar la atención


Foto de Gabriela Arriagada
Profesora institutos Éticas Aplicadas e Ingeniería Matemática y Computacional
Investigaciones recientes advierten que el consumo de contenidos digitales sintéticos, repetitivos o de baja calidad está erosionando los umbrales de atención. Expertos alertan sobre un fenómeno que no solo impacta el cerebro, sino también la forma en que nos informamos y aprendemos

Un video corto muestra un perro comprando en el supermercado. Otro, una princesa con cabeza de taza de café. Un tercero, el montaje falso de un ataque militar.

En la pantalla parecen piezas aisladas, pero todas tienen algo en común: son parte de la avalancha de slop, el término que describe contenidos de baja calidad generados o amplificados por inteligencia artificial y diseñados para retener la atención en YouTube, TikTok o Instagram.

Esto entrena al cerebro para privilegiar lo llamativo e inmediato, reduciendo la concentración sostenida y el aprendizaje profundo, según expertos. (…)

Hoy, estas imágenes generadas con IA circulan bajo la lógica de la economía de la atención, en la que la métrica más valiosa es el tiempo frente a la pantalla.

"La idea de que el slop persiste porque la gente lo consume, es más bien una coartada. Lo que se presenta como demanda espontánea es, en buena medida, el resultado de algoritmos optimizados para maximizar la interacción, incluso a costa de la veracidad”, dice Gabriela Arriagada, académica del Instituto de Éticas Aplicadas y del Instituto de Ingeniería Matemática y Computacional UC. (…)

Para los expertos, las plataformas no pueden eludir su responsabilidad en la proliferación de estos contenidos. Al priorizar la permanencia y el compromiso por sobre la calidad, amplifican el slop y los hábitos de atención superficial. ¿Cómo doblegarlas? Repensando sus métricas de éxito, dando transparencia a sus algoritmos y brindando ecosistemas informativos diversos.

“El slop no persiste porque la ciudadanía lo desees de manera irrestricta, sino porque los entornos digitales han sido diseñados para amplificarlo. Mitigar sus efectos exige un cambio de reglas y de incentivos, no solo de conductas individuales”, concluye Arriagada.

 


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