¿El contexto justifica los actos violentos?
No pretendo evadir las discusiones conflictivas que surgen hoy en día entre, por un lado, los que no celebran un evento que inauguró el exterminio de las poblaciones autóctonas del continente que devino llamarse América y, por otro, aquellos que aplauden la llegada de la civilización occidental a estas latitudes. Entre estas dos posturas existen los que ponderan el mestizaje hispanoamericano y sus consecuencias culturales hasta el día de hoy, los que relevan a aquellos grupos indígenas que supieron sobrevivir aprovechando las mismas herramientas que los europeos enarbolaban como superiores (la escritura, su arte, el caballo, entre otros elementos) o los que distinguen a algunos europeos que miraron los eventos que ocurrían en su tiempo con actitud crítica. Entre los últimos, está Bartolomé de las Casas.
No podemos negar que en los siglos XV y XVI la violencia era parte de la vida cotidiana de la población europea. Invasiones “bárbaras” y el peligro de bandidaje en los caminos y de piratería en los mares, eran inminentes. Además, las instituciones de la caballería y de la misma Iglesia avalaban y promovían la violencia si era para la consecución de los fines considerados nobles y extrapolables a toda la humanidad. Esto implicaba que la lucha contra los infieles, aquellos que no profesaban la que se consideraba la verdadera religión era una “guerra justa” ya que estos eran enemigos del sistema y debían destruirse mediante las armas o la Inquisición. En la España de esos siglos, todo un aparataje intelectual, programático y operativo se fue conformando para llevar a cabo este plan. Esto explica la llamada Reconquista y la toma final de Granada, último bastión musulmán en la Península Ibérica. También la expulsión de los judíos y la conversión forzada de los moros.
En este contexto, el llamado descubrimiento, la conquista y la colonización de las tierras americanas implicaba un nuevo desafío y posibilidad para continuar la implementación de ese plan cuyo fin último era nutrir las filas del cristianismo y del imperio español. Las formas que se usaron para materializarlo fueron, en general, violentas y crueles, como lo demuestran las cifras de disminución demográfica, y las descripciones en las crónicas de los mismos españoles. También los relatos de los indígenas, que quedaron consignados en los registros de sus voces, que fueron rescatadas posteriormente por sacerdotes españoles y en la memoria traumática que perdura, en algunos casos, hasta el día de hoy.
Algunos historiadores y gente de la sociedad civil y política argumentan que la situación descrita es la que explica e, incluso, justifica prácticas como las comentadas y que era inevitable que así ocurriera. El contexto son aquellas circunstancias generales y específicas que caracterizan a una época. No obstante, considero que el contexto no es una realidad ni tampoco un concepto unívoco, sino que hay varios contextos que pueden describir una época y que desde nuestra contemporaneidad, tenemos la posibilidad de iluminar o ponderar contextos variados y múltiples para comprender mejor la historia.
Si bien el de la violencia ejercida y justificada era un contexto, hay otros que deben iluminarse y atenderse para mostrar la complejidad de la historia y para argumentar que los actores históricos son seres libres y que, con creatividad y convicción, pueden echar mano de las herramientas disponibles en su época para incidir en los derroteros de la historia. (...)