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Una Reflexión Semanal

Equilibrio familiar: Una mirada a la corresponsabilidad


Foto de Carolina Salinas
Directora Centro UC de la Familia
"Se levantó y tomó al niño y a su madre de noche y se marchó a Egipto" (Mateo 2,13).

En el relato de Mateo, San José, el buen padre, fue el adecuado compañero de María, y fue gracias a ellos que la vida terrena de Jesús transcurrió sin demasiados sobresaltos hasta su edad adulta. La Sagrada Familia es un paradigma del cuidado que cada integrante asume respecto de los demás. Lo fue cuando huyen a Egipto para salvar la vida de Jesús; cuando en silencio y obediencia cuidaron de Él aun cuando se iban enterando de a poco que en algún momento los dejaría para ocuparse de las cosas de su Padre; y cuando Jesús deja a María al cuidado de su mejor amigo antes de morir en la Cruz.

La familia ha constituido siempre el lugar propicio para la acogida, protección y defensa de la vida, que crea en torno a sí un ámbito de intimidad necesario para el nacimiento y cuidado de los hijos, pero también para la vivencia de una auténtica humanidad para todos sus miembros, que permite experimentar y reafirmar nuestro valor y dignidad. 

Tal como nos señala la exhortación apostólica Amoris laetitia, comprendemos la familia como una amplia red de relaciones, es decir, una "familia ampliada, donde están los padres, los tíos, los primos, e incluso los vecinos" (AL, 187). Esta definición implica –como lo hace todo el documento– ampliar la mirada, para incluir en la definición de familia no solo la familia nuclear, sino la familia alargada, como Francisco lo ha corregido. En ese sentido, la familia es el antídoto a la soledad que arrecia en las sociedades modernas, y constituye el aprendizaje primero de la fraternidad y la solidaridad.

El cuidado de otros no es sólo instintivo, proviene del reconocimiento de la dignidad de otro que ha sido puesto frente a mí, por vínculos de sangre o de elección voluntaria, un otro ante quien no puedo permanecer impasible frente a sus necesidades, sino ante quien movilizamos nuestra capacidad de proteger, nutrir, cobijar, amar. Para prosperar, la comunidad familiar necesita el consenso generoso de todos sus miembros y del compromiso permanente frente a un otro. (…)


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