La forma del misterio. Arte y trascendencia
¿Alguna vez te has detenido a pensar qué esconde una obra de arte? Detrás de cada trazo, cada nota, cada palabra poética, en lo fundamental, late una búsqueda. El arte ha sido, desde siempre, el modo en que el ser humano ha intentado tocar el misterio, comprender su vida o expresar lo que anhela.
No es casual que templos, cantos, pinturas y esculturas hayan estado en el corazón de toda civilización. Y es que el arte no es solo forma: es una pulsión que sorprende, una necesidad para el alma. El Papa Benedicto XVI —que amaba profundamente la música— dijo: “El arte auténtico es una puerta abierta hacia el Infinito” . Y no se refería solo al arte religioso, sino a todo encuentro con la creación artística que nos permita ir más allá de lo visible y escuchar, sensiblemente, lo que no tiene voz.
Vivimos rodeados de sonidos, imágenes y palabras, pero no todo nos toca, nos eleva ni nos conmueve. Porque el arte no es un adorno. Es un puente… A veces, basta con una melodía que nos resuena por dentro, un cuadro que nos detiene, una escultura que parece mirarnos, una historia reveladora… Y entonces, algo comprendemos…
En noviembre de 2009, en un encuentro con artistas de todo el mundo, Benedicto XVI pronunció una frase que sigue resonando: “La verdadera belleza… nos hiere, nos llama, nos da alas y nos impulsa hacia lo alto”. En esa ocasión, habló de la belleza como un agente que nos hiere, porque el arte no es neutral: sacude nuestros sentidos, interrumpe la rutina y despierta la conciencia. La belleza verdadera, decía, no nos deja indiferentes: nos interpela. (...)
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