La llegada de Chile al CERN
Recientemente se ha destacado en medios nacionales la noticia de que el CERN, el centro europeo para la investigación en física nuclear y de partículas, aceptó la incorporación de Chile como uno de sus estados miembros asociados. El CERN hoy alberga el experimento más sofisticado que explora los límites de las escalas subatómicas, el gran Gran Colisionador de Hadrones o Large Hadron Collider (LHC). Este experimento opera en la frontera de nuestro conocimiento tecnológico y científico. Por el Gran Colisionador de Hadrones circulan haces de protones a velocidades cercanas a la de la luz con el fin de hacerlos chocar en puntos específicos, donde las colaboraciones internacionales (incluido Chile) han construido detectores sofisticados capaces de registrar las colisiones. Y esto con el fin de entender de qué está hecha la materia y cuáles son los constituyentes básicos que se crearon en el origen del tiempo.
Dichos constituyentes (las partículas elementales) se crearon fracciones de segundos después del Big Bang, y están en el origen de la formación de estructuras más complejas, como los átomos, luego moléculas, estrellas y galaxias, con sistemas solares como el nuestro, que albergan planetas como el nuestro que contiene vida. Vida en forma de seres humanos pensantes que diseñan instrumentos, con el fin de tratar de analizar este proceso, a distintas escalas, y que cuestionan el qué pasó y cómo pasó lo que sucedió. Este reduccionismo esconde una complejidad científica tremenda, ya qué podría leerse como que el entender las partículas elementales es suficiente para entender sistemas más complejos (como los seres humanos), lo que no es así. Pero lo abrazo para el propósito de esta reflexión.
El poder ser parte de la mesa de toma de decisiones de CERN -y de ser partícipes de entender este nacer de la materia conocida- es una oportunidad que tendremos al formalizarse las firmas pendientes que lleven a Chile a ser país miembro asociado del laboratorio europeo. También tendremos la oportunidad de abrir la industria chilena a las licitaciones del CERN, y quizás generar desde nuestra industria un aporte al dinamismo económico del país. Pero llegar a este lugar privilegiado, que ha contado con cientos de contribuciones de la comunidad científica nacional y también de la ANID, deja con un sentimiento agridulce la valoración profunda del legado que nos llevó hasta aquí, y que, en mi opinión, sienta las bases para el avance futuro. (...)