Lo que Francisco nos dejó sobre política

Pocas figuras contemporáneas han sido capaces de renovar con tanta fuerza el sentido de la política como lo hizo el Papa Francisco. Su reciente fallecimiento no solo conmueve al mundo católico, sino que deja abierta una interrogante para quienes trabajamos desde las políticas públicas: ¿qué hacemos con el legado de quien nos recordó que la política -bien entendida- es una de las formas más preciosas de la caridad?
Francisco defendió con lucidez la idea de que el quehacer público no puede reducirse a una maquinaria de poder ni a una competencia de egos. En Fratelli Tutti, su tercera encíclica, habla de la mejor política, aquella que pone en el centro el bien común, la dignidad humana y la construcción de un proyecto colectivo. Un liderazgo que no se agota en administrar lo posible, sino que cultiva lo necesario. Que no vive del cálculo electoral, sino de la siembra paciente. “Más fecundidad que éxitos”, escribió. En tiempos donde el cortoplacismo y el inmediatismo reinan, esta propuesta parece contracultural.
(…) Su visión iba más allá de las categorías tradicionales y proponía algo más profundo: en una época marcada por la desconfianza, la fragmentación y el descrédito de las instituciones, el Papa apostó por una política que nace del encuentro y del diálogo real, ese que no se da en monólogos agresivos ni en redes sociales, sino en espacios donde las diferencias se escuchan y el otro no es una amenaza, sino una posibilidad. (…)
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