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Política ambiental: ¿Un respiro para la Amazonía?


Foto de Enrico Rezende
Profesor Facultad Ciencias Biológicas e investigador CAPES UC
A los seres humanos nos cuesta a veces entender que nuestro planeta es finito, que en la naturaleza nada se crea y nada se pierde, y que el desarrollo de nuestra sociedad moderna hoy se sustenta en la explotación de recursos y degradación ambiental. O que el planeta se calienta debido a la quema de combustibles fósiles – nos guste o no, estimado lector – y que el proceso más eficiente conocido hoy en día para remover el gas carbónico del aire es la fotosíntesis de las algas en los océanos y plantas en nuestros bosques.

Hay aspectos simbólicos y morales en preservar la Amazonía, la mayor floresta tropical del planeta con 80% de su área en Brasil, pero otros absolutamente prácticos. Este ecosistema es un importante sumidero de carbono a nivel global, enorme fuente de biodiversidad y regulador del clima de la región. La evapotranspiración de los árboles enfría su superficie y, debido a la baja de presión que esto genera, succiona masas de aire húmedo del Atlántico que chocan con la Cordillera de los Andes y se desplazan hacia el sur.

Estos “ríos voladores”, como son conocidos, mantienen los humedales del Pantanal y el rol preponderante de Brasil en la agroindustria mundial como el mayor productor de azúcar, café, soja y zumo de naranja, y uno de los principales productores y exportadores de maíz, carne porcina, bovina y avícola. También alimentan a los ríos y las hidroeléctricas de la región, como la presa de Itaipú que puede suministrar electricidad para una población del tamaño de Argentina. Todo eso siempre y cuando llueva.

Los servicios ecosistémicos que proporciona necesitan ser resguardados por el bien de la floresta y de nuestra especie. Algunos investigadores afirman que Amazonia se aproxima a un punto de inflexión si las actuales tasas de deforestación se mantienen. Esto implicaría una pérdida de resiliencia de este ecosistema, que se volvería entonces más sensible a fluctuaciones en el clima y cambio en el uso de suelos, lo que tendría a su vez efectos profundos en la biodiversidad, almacenamiento del carbono y cambio climático a nivel regional y global.

Una política ambiental de preservación de la Amazonia debe obviamente tener en cuenta las necesidades básicas de su población marginal, y esto resume el gran desafío político y social del gobierno que asumirá a partir de enero de 2023 en Brasil frente al mundo: la necesidad de conciliar los requerimientos de bienestar de nuestra sociedad con un medioambiente sano, diverso y funcional. Lo que queda en evidencia, incluso en las discusiones sin precedente en la COP27 de compensación económica a países subdesarrollados por sus esfuerzos de conservación, es que en un planeta con ecosistemas bajo enorme presión la clase política debe abrazar de forma urgente y responsable la causa ambiental. (...)


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