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El Mercurio

¿Qué hacer con los campamentos en Chile?


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Subdirector Escuela de Gobierno
“(...) Hay campamentos donde parece primar más la anomia (baja adhesión a las normas y a la institucionalidad) que la vulnerabilidad. ¿Cómo explicar, por ejemplo, la existencia de campamentos de ‘segunda vivienda’? Sin embargo, aún hay muchos asentamientos donde la vulnerabilidad persiste (...)”, escribe el académico.

Desde mediados de la década de 2000, el número de campamentos en Chile y de personas que viven en ellos ha aumentado considerablemente. Datos del catastro del Ministerio de Vivienda y Urbanismo (Minvu) y de TECHO-Chile muestran que esta tendencia comenzó alrededor de 2005, se aceleró fuertemente entre el estallido social y la pandemia, y luego retomó su ritmo previo en la etapa pospandemia.

Se trata de un fenómeno sostenido, que responde a múltiples causas, tanto estructurales como coyunturales. Una de las más importantes tiene que ver con las barreras que enfrentan muchas familias de bajos ingresos para acceder a una vivienda formal en las ciudades chilenas, una situación agravada por el fuerte aumento en los precios del suelo y la vivienda en la última década.

La fisonomía física y social de los campamentos también ha cambiado de forma radical. Hace 20 años, solo un 1% de sus habitantes era migrante; hoy, esa cifra alcanza el 40%. Entonces no existían los macrocampamentos actuales, ni era común ver viviendas de dos pisos o construidas con materiales más sólidos que la clásica mediagua. Tampoco se hablaba de "regularización" como hoy. Si bien se debatía entre radicación (construcción en el mismo terreno) y erradicación (relocalización), los pobladores no planteaban con fuerza que el Estado entregara directamente títulos de propiedad a las familias que se instalan informalmente, como ocurre en la actualidad.

Históricamente, los campamentos han expresado una tensión entre el derecho de propiedad --reconocido constitucionalmente-y el derecho a la vivienda --sin reconocimiento explícito en la Constitución, pero parte de la práctica constitucional y de tratados internacionales ratificados por Chile--. Esa tensión se originaba en la precariedad social y económica de las familias y motivó la creación de una política habitacional masiva que permitiera su inclusión formal en la ciudad.

Hoy, esa tensión sigue presente, pero no en todos los casos. Hay campamentos donde parece primar más la anomia (baja adhesión a las normas y a la institucionalidad) que la vulnerabilidad. ¿Cómo explicar, por ejemplo, la existencia de campamentos de “segunda vivienda”? Sin embargo, aún hay muchos asentamientos donde la vulnerabilidad persiste. (...)


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