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El Mostrador

Resistencia antimicrobiana: el costo de no mirar hacia el agua


Foto de Ricardo Salazar
Profesor Facultad de Química y de Farmacia
En la resistencia antimicrobiana, mirar hacia el agua no es opcional, es la clave para proteger nuestra salud, nuestra economía y nuestro futuro.

La resistencia a los antimicrobianos (RAM) es uno de los mayores desafíos de salud pública de nuestro tiempo. Cada vez que un antibiótico pierde eficacia, el daño no lo sufre solo el paciente que padece la infección resistente, sino también la comunidad y, en última instancia, la sociedad completa. El costo se multiplica si se consideran camas ocupadas por más tiempo en hospitales, tratamientos más caros, muertes y una presión creciente sobre sistemas de salud.

En Chile, un estudio reciente mostró que los pacientes con infecciones resistentes tienen un 35% más de riesgo de morir, además de estadías hospitalarias más prolongadas y mayores ingresos a unidades críticas. El exceso de gasto asociado se estimó en más de 12 mil dólares por paciente (casi 12 millones de pesos), lo que implica cerca de 9,6 millones de dólares anuales (más de 9 mil millones de pesos).

Y este es solo el costo sanitario directo. La cuenta es mucho más alta cuando se suman las pérdidas de productividad laboral y las muertes prematuras. El problema de la RAM es en todo el mundo y crece de manera exponencial. El Banco Mundial estima que, de aquí a 2030, la resistencia antimicrobiana podría costar entre 1,2% y 4,1% del PIB mundial solo por la reducción de la fuerza laboral. En Europa, se proyectan 1800 millones de euros al año en costos atribuibles a la RAM. Incluso países con baja prevalencia histórica, como Suecia, proyectan aumentos del 50% en los costos hacia 2050.

La resistencia antimicrobiana no se gesta únicamente en hospitales o en la producción animal intensiva, también se alimenta silenciosamente en el ambiente. Nuestros ríos, lagos y zonas costeras se han transformado en verdaderos reservorios de antibióticos, bacterias y genes de resistencia. Sabemos que están, pero no sabemos cuáles ni en qué cantidad. Chile no posee un sistema de monitoreo ambiental de antimicrobianos. Por eso, integrar el análisis de aguas residuales y ecosistemas acuáticos en la estrategia nacional contra la RAM es una urgencia.

La vigilancia ambiental permitiría detectar tendencias de consumo comunitario de antimicrobianos, identificar “zonas calientes” de riesgo y diseñar medidas regulatorias tempranas, evitando así que la resistencia siga expandiéndose y aumentando sus costos. (...)


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