Retroalimentar es construir comunidad
¿Cuándo fue la última vez que alguien te dijo algo que te ayudó a mejorar? En mi vida, las mejores lecciones han venido de la retroalimentación que otros me han ofrecido con cariño y honestidad. Todo comienza a andar mejor cuando aceptamos que nunca dejaremos de aprender de los demás.
Para crecer como personas, es fundamental reconocer nuestras fortalezas y debilidades. En ese camino, la retroalimentación (feedback) se vuelve esencial: es una forma de mirar al otro sin juicio, con el deseo de ser un aporte en su proceso de crecimiento. Retroalimentar es, literalmente, alimentar al otro desde lo que vemos en él. Y también es estar dispuesto a recibir ese alimento. Quienes lideramos grupos o empresas necesitamos estar abiertos a este ejercicio mutuo.
Dar y recibir retroalimentación nos permite conocer y re-conocer el valor del otro, tanto en cuanto a su ser persona como por su aporte a una misión compartida. Esa mirada sincera y respetuosa nos enriquece y nos ayuda a valorar la diversidad, que no solo hace posible una mejor empresa, sino también una verdadera comunidad.
En el trabajo, formar comunidad ("común-unidad") significa tener un propósito común que nos une y dignifica. Esa comunidad es trascendente porque, como dijo el Papa Francisco, "participa creativamente en el proyecto de Dios".
La retroalimentación exige honestidad y respeto de quien la entrega, y humildad y confianza de quien la recibe. Una mirada puramente económica nunca logrará los frutos humanos que emergen cuando se valora a las personas como parte esencial de una comunidad que aprende y crece junta. (...)
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