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Una Reflexión Semanal

Una invitación a pensar pero con el corazón


Foto de Cristián Núñez
Profesor Facultad Teología
«El amor del corazón de Jesús para con los hombres, el amor que muestra en su pasión, ése es el que nosotros hemos de tener para con todos los humanos», Dilexit nos, 179.

Imaginemos a dos personas que, llegando del trabajo, escuchan algunas de las tantas noticias que hoy abundan en los medios de comunicación. Por ejemplo, esa lamentable estadística que revela que el suicidio es la segunda causa de muerte en jóvenes chilenos de entre 15 y 29 años. El primer oyente, tras escucharla, se detiene un instante, aparta su taza de té, pero rápidamente retoma su rutina en las redes sociales, poniéndose al día con las novedades del reality del momento. El segundo, en cambio, queda profundamente conmovido. No puede comprender cómo, en un período de la vida donde abunda la energía para conquistar al mundo, algunos jóvenes llegan a un nivel de sufrimiento tal que consideran dejar de vivir. Piensa en sus propios hermanos, hijos o amigos de esa edad que quizás con una palabra de aliento podría aliviar, aunque sea un poco, la tristeza que los abruma. La noticia le impacta tan profundamente que no logra apartar este pensamiento: siente la necesidad urgente de actuar, de hacer algo, de ir al encuentro.

Pues bien, de acuerdo con santa Edith Stein y su tradición hebrea, en contraste con la indiferencia del primer oyente, el segundo sería una persona que pensó con el corazón. La noticia escuchada "ha penetrado profundamente en el íntimo de su ser. La comprensión tiene lugar en esta profundidad y puesto que toda la fuerza espiritual vive en esta profundidad, penetra la comprensión en todo lo que se relaciona con ella, en ‘la gravedad de las consecuencias’ del suceso. Se trata de un pensar en el que se encuentra comprometido ‘el ser humano entero’" (Edith Stein, Ser finito, ser eterno, 368).

Es común atribuir al corazón el lugar donde se experimentan las emociones, pero no se habla tanto de él como el órgano desde donde se piensa. Y quizás es en este equívoco donde reside una de las causas de la fragmentación actual de la sociedad. Claro está que aquí no nos referimos al corazón solo en cuanto órgano vital, sino a todo lo que él representa, simbólicamente. Es a este corazón al que el papa Francisco, en su reciente encíclica Dilexit nos, invita a regresar: "apuntar hacia allí donde cada persona, de toda clase y condición, hace su síntesis; allí donde los seres concretos tienen la fuente y raíz de todas sus demás potencias, convicciones, pasiones, elecciones" (Dilexit nos, 9). (...)

 


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