Jorge Rojas: “El trabajo remoto y la robótica han generado nuevos vínculos laborales”
El académico del Instituto de Historia UC es coautor, junto a Gorka Villar, de “Trabajadores: su presencia en la historia de Chile que rastrea casi dos siglos de hitos, debates y de la trayectoria de movimientos clave en la historia laboral del país. Además de rescatar voces perdidas en 200 años, el libro esboza también un perfil sobre la “uberización” del mundo laboral.

photo_camera El académico UC, se ha especializado en Historia de Chile del siglo XX, comenzó estudiando el movimiento sindical chileno y las políticas laborales en las décadas de 1920 y 1930. Créditos: Diego Quevedo.
Ampliar la mirada sobre el mundo del trabajo en Chile. Bajo esta premisa, los historiadores Jorge Rojas, académico del Instituto de Historia UC, y Gorka Villar dieron vida a un ambicioso proyecto que recorre dos décadas de actores, procesos e hitos en la historia laboral del país.
Se trata de “Trabajadores: Su presencia en la Historia de Chile 1800-2019” (Ediciones UC), el cual fue lanzado el 29 de abril, en la Librería del GAM, una oportunidad que ambos autores aprovecharon para entregar detalles del libro. En ese sentido, Jorge Rojas situó la publicación como un trabajo enmarcado en el Núcleo Milenio sobre la Evolución del Trabajo (MNEW): “Por mi parte, ya tenía una línea de investigación vinculada a historia laboral, había hecho clase en una escuela sindical, y al sumarnos al proyecto, trabajamos durante 3 años para lanzar este libro”.
— Jorge, el libro recoge casi dos siglos, ¿pero podríamos resaltar 3 momentos claves en la historia laboral del país?
— Más que hitos, diría que hay ciclos que son clave. El primero tiene que ver con la entrada del capitalismo a Chile, a mediados del siglo XIX. La estructura laboral del país hasta ese momento era básicamente tradicional, como el inquilinaje y la manufactura artesanal, en donde las relaciones laborales no eran puramente económicas. Existían castigos físicos, coerción y también fidelidad y relaciones paternalistas. Las formas modernas de trabajo aparecieron con la llegada de algunos inmigrantes con mentalidad capitalista, marcando así un hito en la historia nacional. Por ejemplo, el ingeniero Henry Meiggs instaló las primeras vías férreas del país de un modo muy novedoso. Las crónicas de la época daban cuenta de los altos salarios que ofrecía y que incluso la comida que daba a sus obreros era muy buena. Algo que parece tan básico para mejorar el ritmo de trabajo, era extraño para la mentalidad del país y para los trabajadores mismos. Este periodo también implicó una fuerte migración del campo hacia la ciudad, justamente por ese incentivo salarial. Este último fenómeno se conecta con el segundo ciclo que destacaría en la historia laboral del país, situado a fines del siglo XIX y comienzos del XX.
— ¿En las vísperas del centenario del país?
— Claro. En dicho momento todos estos fenómenos vinculados a la entrada del capitalismo ya estaban masificándose. Empieza a abundar el trabajo, a veces bien remunerado y otras veces no tanto. Pero la gente, dependiendo de un salario, ya estaba abandonando las antiguas relaciones tradicionales del campo. Aquí comienza una etapa de alto conflicto social porque no todas las expectativas estaban siendo satisfechas, hay periodos de crisis económica y estallan las protestas en las ciudades, porque estos trabajadores ya no pueden volver al campo. Esto es lo que se conoce como la Cuestión Social. Y un tercer ciclo lo situaría durante la época de los años 60, 70 y 80. Es un periodo largo en donde todas estas transformaciones ya se generalizan también en el campo, con las distintas reformas agrarias, tanto la de Frei Montalva que buscaba una modernización más cooperativista y comunitarista, la de Allende que tenía una lógica socialista, aunque finalmente terminó imponiéndose una reforma capitalista durante la dictadura de Pinochet. Más allá de lo que esperaban algunos actores, la modernización del campo se produjo y desaparecieron los latifundios tradicionales y las relaciones laborales quedaron totalmente insertas en la lógica del mercado del trabajo.
— Recuerdo que durante la presentación se esbozó una mirada sobre la “uberización” del trabajo. Se habló sobre trabajadores “invisibles”, tercerizados o altamente atomizados. ¿Cómo el libro se aproxima también a esta situación?
— No hemos cambiado el modo producción que es eminentemente capitalista, pero se han incorporado cambios importantes en las relaciones laborales, derivadas de la automatización, del trabajo remoto y la robótica, que han generado nuevos vínculos laborales en los cuales no queda tan clara la relación de dependencia del trabajador. En todo caso esto tiene paralelos históricos que uno puede rastrear a fines del siglo XIX en algunas áreas como en la construcción o la minería. Por ejemplo, las formas artesanales de la explotación minera no fueron abandonadas del todo por algunos empresarios modernos, que, siendo dueños de la mina, compraban el mineral ya extraído al pirquinero. Entonces el minero no era un asalariado del propietario. Ese fue el modelo de negocios que aplicó José Tomás Urmeneta, quien se preocupó de invertir en la fundición del cobre, no en la contratación de mano de obra ni en modernizar los sistemas de extracción. En cambio, en las minas de carbón de la familia Cousiño se introdujo un sistema complejo de trabajo asalariado con control del tiempo, modernización en los sistemas de extracción y una relación directa con el trabajador. El capitalismo ha sido siempre bastante más heterogéneo en sus formas de funcionamiento.
— Por último, ¿crees que hay otros paralelos con dicho ciclo que se podrán destacar?
— Para la época de la Cuestión Social se suele mencionar la pobreza y la sobreexplotación capitalista, situaciones que, por cierto, fueron reales, pero no se dice muchas veces que estos procesos fueron más ambiguos y complejos, como ocurre en la actualidad. Muchas injusticias explican la protesta social de esa época, pero también estos cambios generaron un gran atractivo en la población, por lo que significaba, para entonces, recibir un pago en dinero (algo poco común en el campo) y de un monto superior al habitual, principalmente en las ciudades. Es una paradoja que de alguna forma también vivimos hoy, porque en la actualidad hay nuevas formas de protesta social, porque se generan frustraciones e insatisfacciones, pero también una fascinación por la modernización, y en el caso de nuestra época, por el consumo también.
