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Opinión:

Mario Vargas Llosa y el espíritu americano


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photo_camera Mario Vargas Llosa, escritor peruano ganador del Premio Nobel de Literatura, falleció a los 89 años el 13 de abril. Créditos: AFP.

Mario Vargas Llosa abandona la escena de la vida y, en un gesto mágico, vuelve de inmediato a nosotros desde sus personajes, desgarrados entre el amor y la violencia incontrolada, pero abiertos a la esperanza. Aunque no fue el único espacio habitado por su literatura, el Perú fue el modelo reducido del espíritu americano, expuesto primero de un modo dramático (en su producción de los años ’60), más adelante combinado con formas de lo tragicómico y de carnaval.

No sé de otro narrador hispano- americano que antes de cumplir los 33 años (la Edad de la Razón) haya publicado tres novelas que marquen tanto un espíritu americano, exhibiendo un gran mural andino sobre la codicia humana y nuestros sueños de cambio social. La ciudad y los perros (1963), es una novela sobre los códigos de honor de los jóvenes, el drama sufrido por ellos al sentirse atrapados por las máscaras hipócritas de las instituciones -en este caso, el prestigio Colegio Militar Leoncio Prado de Lima.

El gran tópico de la cultura latinoamericana, “Civilización versus Barbarie”, es dispuesto en La casa verde (1966) relato que va y viene desde la selva (donde se instala una misión de monjas para iluminar a las indiecitas aguarunas) a un espacio citadino provinciano (que lleva injertado un mítico burdel, la Casa Verde). Los personajes cruzan fronteras físicas y sicológicas, situándose en espacios donde la posible redención está en el polo más cercano al origen, un burdel que remite a Eros y Tánatos, que contiene el verde-selva de la cloro- fila. La otra gran novela, que sigue conmoviendo a las juventudes es Conversación en la catedral (1969), que exhibe las ilusiones perdidas de los jóvenes universitarios, en su lucha por modificar los valores y condiciones sociales de una sociedad prejuiciosa y corrupta.

La última imagen que tengo de él (la primera y única vez que lo vi en persona), fue en diciembre de 2006, cuando actuó sobre el proscenio del Salón Cardenal Fresno de nuestra universidad (acompañado de la joven actriz Vanessa Saba), leyendo y recitando de memoria largos pa- sajes sobre la experiencia de vivir escribiendo. Escucharlo fue estar frente a un contador de cuentos, que improvisaba filosóficamente sobre la vida. Y digamos que entonces entendí que Mario Vargas Llosa era el hombre de las cuatro estaciones, que pasaba de ser ciudadano de la vida a ser personaje artístico sin mayor transición y que su biografía era una obra de ficción más, un verdadero happening. Por ello, nos seguirá acompañando.

Rodrigo Cánovas es profesor Titular de la Facultad de Letras. Sus investigaciones se centran en torno al diálogo cultural latinoamericano y sus interferencias: literatura y dictadura, censura y marginalidad, utopías y orfandad. 

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