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El Mercurio

Colegios que "aprenden" a convivir con balaceras


Foto de Paula Luengo
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Profesora Escuela Psicología e investigadora COES
Los disparos en las cercanías de los establecimientos se han vuelto una amenaza creciente. Protocolos como esconderse bajo los pupitres, suspensión de clases o juegos buscan proteger a los estudiantes de un fenómeno que inquieta a las comunidades educativas.

Un grupo de párvulos se deja caer al suelo. "¡Es el baile de la cuncuna!", exclaman las educadoras, mientras los niños simulan moverse como insectos en el suelo del patio. Sin embargo, no es un juego cualquiera, sino una estrategia improvisada para lidiar con un riesgo creciente: balaceras en las calles cercanas al establecimiento. Los pequeños juegan sin entender del todo que, al otro lado del muro, el eco de los disparos esconde una realidad mucho más cruda.

Tan solo en los últimos meses, han ocurrido al menos seis balaceras a metros de colegios y jardines infantiles en Macul, Maipú, Alto Hospicio, Valdivia, Concepción y La Pintana. Estos hechos se suman a situaciones similares ocurridas el año pasado en Valparaíso, Lo Espejo, Iquique, Quinta Normal y Antofagasta. El aumento de este tipo de eventos no solo ha atemorizado a las comunidades escolares, sino que también las ha obligado a "aprender" a convivir con la violencia. Hoy diseñan e incorporanprotocolos de seguridad que instruyen a los niños a tirarse al suelo, esconderse debajo de sus asientos o evacuar al patio o zonas seguras. (...)

Según Paula Luengo, académica de la Escuela de Psicología de la Universidad Católica e investigadora responsable del programa “A convivir se aprende”, de la Región Metropolitana, esta situación “es tremendamente nociva y urgente de mirar”. En lo inmediato, explica, “el miedo, así como la frustración, son emociones que capturan la atención y aquello bloquea las posibilidades de aprendizaje”. En cuanto al aumento de estas situaciones a nivel país, agrega que “no es algo que afecte en lo inminente a todos los estudiantes por igual, pero a largo plazo esta normalización de la violencia tiene un poder destructivo, porque erosiona los fundamentos de la convivencia”. (...)


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