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Una Reflexión semanal

El camino de la religión para hacer comunidad


Foto de Carolina Lagos
Profesora de la Facultad de Estudios Teológicos y Filosofía UCSC
“Por eso, hermanos, por los hijos de esta tierra, por los hijos de sus hijos, digamos con Jesús al Padre: que también nosotros seamos uno; Señor, haznos artesanos de unidad”. (Papa Francisco, 2018).

En los tiempos presentes de la denominada era posmoderna, pareciera que la tradición y los referentes que alguna vez proporcionaron una estabilidad social ya no tienen cabida. Debido a las condiciones impuestas por la ideología de la productividad y el consumo, las personas del siglo XXI se mantienen escindidas de una vida social solidaria y fraterna. En efecto, uno de los alcances más dramáticos de la posmodernidad es la disolución del cuerpo social en una multiplicidad de individuos que no reconocen la noción de comunidad.

Dentro de este cuadro, la religión aparentemente ha disuelto su lugar como instancia transmisora de las significaciones que antes fueron imprescindibles para la formación y el trayecto vital del sujeto humano y la sociedad. No obstante, la vida religiosa se conforma por contenidos cuyo sentido se vincula directamente con el desarrollo de la vida personal y colectiva. Debido a su capacidad de explicar narrativamente y plásticamente verdades que aportan una noción de orden necesario para el establecimiento de la sociedad, las religiones, desde sus manifestaciones más ancestrales, han conducido al ser humano hacia el conocimiento de lo real y significativo. En este sentido, cómo no recordar la visita apostólica realizada por el Papa Francisco a Chile en 2018, donde en su homilía en la zona de Temuco señaló claramente la importancia de las tradiciones religiosas de cada pueblo, destacando la sabiduría ética y antropológica que en ellas existe. En aquella ocasión el Pontífice expresó lo siguiente: “todos nosotros que, en cierta medida, somos pueblo de la tierra (Gn 2,7) estamos llamados al Buen vivir (Küme Mongen) como nos los recuerda la sabiduría ancestral del pueblo mapuche. ¡Cuánto camino a recorrer, cuánto camino para aprender! Küme Mongen, un anhelo hondo que brota no sólo de nuestros corazones, sino que resuena como un grito, como un canto en toda la creación. Por eso, hermanos, por los hijos de esta tierra, por los hijos de sus hijos, digamos con Jesús al Padre: que también nosotros seamos uno; Señor, haznos artesanos de unidad”. (Papa Francisco, Mi paz les doy, 2018).(...)


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