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Una Reflexión Semanal

Mis deberes con el prójimo son también sus derechos


Foto de Ignacio Sánchez
Rector Universidad Católica
“Sería ilusorio pretender amar al prójimo sin amar a Dios y sería también ilusorio pretender amar a Dios sin amar al prójimo”, Papa Francisco.

Cuando nos acercamos como país a la definición de un proceso constituyente, es importante reflexionar en profundidad en aspectos relacionados con el diálogo, la convivencia y, en especial, con los deberes y derechos. Nuestra sociedad ha avanzado, en los últimos años, de forma significativa en su respeto y cuidado de sus derechos, con especial  relevancia y consenso en la protección a los derechos humanos, los derechos de la mujer, del niño y avanzando progresivamente en el cuidado de las personas mayores. Las preguntas que a diario nos hacemos son, ¿qué me corresponde?, ¿a qué tengo derecho?, ¿puedo participar en estas decisiones?, ¿cuáles son los beneficios a los que puedo acceder? Estas preguntas requieren análisis y respuestas, tienen que ver con lo que el prójimo o la sociedad me entrega a mí como persona. Son importantes interrogantes que implican interesantes desafíos sociales ya que junto a los derechos descritos, es necesario comprender que algo tan fundamental como los derechos son los deberes. Y esto debiera ser un aspecto de reflexión importante para quienes compartimos la fe y sus exigencias con el prójimo.

Para entender a cabalidad mis derechos -tal como lo ha enseñado la fe de la Iglesia-, es preciso detenerse en primer término en mis deberes. Mi deber como católico, como ciudadano, padre de familia y también como hijo. Es necesario analizar la construcción de nuestro destino -tanto a nivel personal como familiar y también comunitario-, a través de la oración, del esfuerzo, de la constancia, la disciplina y el trabajo persistente. Requerimos volver a poner en prioridad el deber del trabajo bien hecho, del estudio a conciencia, de la información adecuada acerca de las causas a las que adhiero, de la preocupación por el prójimo, de ser un puente para lograr una sociedad más justa, solidaria y desarrollada. Es decir, debemos trabajar para acercar la tierra prometida y anhelada a nuestra realidad de hoy. Con este círculo virtuoso construiremos un mejor país. Por esto, en el futuro ya no será solo reclamar mi derecho, sino la posibilidad y el gozo de entregar algo, es decir, mi deber con el prójimo. (…)


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