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Una reflexión semanal

Tiempo de Adviento, tiempo de Jesús


Foto de Mons. Gonzalo Bravo
Obispo San Felipe y decano Facultad Teología PUCV
“Preparando el pesebre de nuestro corazón para acoger al que ya está en nosotros”.

Muchos años atrás, una familia de escasos recursos de 9 personas recibió una ‘caja misteriosa’ en Navidad. Cuando la abrieron, vieron que traía mercadería y dulces para todos. Nunca la esperaron, pero mucho la gozaron. Abrirla les conectó con el amor de quienes la enviaron. Por varios años, se repitió el envío. Así, la espera de la llegada de Jesús estuvo acompañada de esa cajita que, unida al pesebre y cantos navideños, hicieron de esos Advientos un tiempo familiar de especial densidad espiritual. Esa familia es la mía.

Adviento es tiempo de espera a la llegada de Jesús; de hecho, la palabra ‘Adviento’ significa, precisamente ‘llegada’. La experiencia nos dice que lo que bien se espera, mejor se recibe. Originalmente, el término se utilizaba para la llegada de algún rey o su emisario. En el mundo cristiano, lo usamos para referirnos al tiempo que antecede el nacimiento de Jesús. Entre el uso antiguo y el actual hay una gran diferencia. El rey que llega, ya está; es el que dinamiza nuestra historia, y vino para ‘estar con nosotros hasta el fin del mundo’ (cfr. Mt 28,20).

Reconocer al que se espera en quienes ya están con nosotros debe ser una de las mejores maneras de vivir el Adviento. Preparar un lugar en el pesebre de nuestro corazón es reconocer que ya está en él al que esperamos; es un modo activo de dejarse encontrar con el don de la paz, que tanto necesitamos, en el formato más sublime de ese don divino: en la simplicidad y fragilidad de un pesebre. De ese contemplar, vendrá la fuerza para perdonar a quien no te ha hecho el bien, acercarse a quien se ama y a quien se debería querer más, ‘perder el tiempo’ con quien está a nuestro lado, dejarnos sorprender por lo sencillo de una flor y ejercer nuestra solidaridad, que nos hará salir de nuestro espacio de confort. 

Nuestra sociedad no está acostumbrada a esperar; somos de la cultura de lo inmediato, que mucho resuelve en un ‘click’. El tik-tok de nuestra existencia no nos deja espacio para adentrarnos en el silencio de lo que viene porque ya está… ya pasó. La espera hace bien; lo inmediato no nos permite respirar porque no dejamos espacio a lo que viene. El instante, a veces, mata el tiempo, y no nos deja vivir. La espera del Adviento, tan necesaria para prepararse a la llegada de Jesús, nos dispone a acogerlo ya, en medio de nuestra vida agitada y marcada por el consumismo y el individualismo.(...)


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