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El Mostrador

Una de cada cinco personas que hace ciencia en inteligencia artificial es mujer


Foto de Gabriela Arriagada
Profesora IMC e I. Éticas Aplicadas
La conmemoración del Día Internacional de la Mujer 2023 da cuenta de la necesidad de impulsar avances en materia de género; un 37% de las mujeres tiene acceso a dispositivos tecnológicos y las proyecciones de empleabilidad a 2050 son alarmantes, según la ONU.

Una de cada cinco personas que se desempeñan en el campo de la inteligencia artificial en el mundo es mujer. Sin embargo, estas brechas de representatividad de género y acceso no reflejan el problema de fondo: el sesgo que se genera por la falta de diversidad en el proceso de desarrollo de las soluciones basadas en las tecnologías que protagonizan la denominada revolución 4.0.

 Así lo exponen las investigadoras del Centro Nacional de Inteligencia Artificial (Cenia) –entidad apoyada por la Agencia Nacional de Investigación y Desarrollo (ANID)–, las académicas Claudia López y Gabriela Arriagada, representantes de la Universidad Federico Santa María y la Pontificia Universidad Católica en el organismo.

Las especialistas chilenas, quienes lideran un grupo de trabajo en ética de IA dentro de Cenia, advierten que, actualmente, el desarrollo de soluciones de inteligencia artificial carece de la amplitud y calidad de datos en fenómenos que afectan a las mujeres, lo que ha motivado a redes de científicas a nivel global a impulsar un movimiento de “inteligencia artificial feminista”.

 Los retos en materia de género en las tecnologías de la denominada cuarta revolución industrial, y que sin dudas marcarán el desarrollo del mundo en las próximas décadas, han motivado a las Naciones Unidas a que este 8 de marzo tenga como llamado: “Por un mundo digital inclusivo: Innovación y tecnología para la igualdad de género”.  (…)

“Partimos desde una brecha sistemática donde la mujer no está representada en los datos. Está invisibilizada, pues los sesgos nacen a nivel metodológico”, apunta la investigadora Arriagada.

La cuestión es especialmente sensible porque el entrenamiento de los algoritmos en los que se basa la IA depende de la calidad y diversidad de estos datos.

Y, si esos datos consideran a solo a parte de la población (típicamente blancos, de países desarrollados y de ingresos elevados) entonces se estará asumiendo que esas experiencias son representativas de la humanidad, lo que termina invisibilizando al resto de los grupos humanos y, posiblemente, generando resultados discriminatorios. (...)

“Más que discursos bonitos, necesitamos herramientas que ayuden a diferentes desarrolladoras e investigadoras a hacerse partícipes de este proceso e incorporar estos principios y valores en sus metodologías de trabajo”, reflexiona Arriagada. (...)


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