Revistas universitarias: trincheras del pensamiento crítico
En Chile, son las instituciones de educación superior las que apuestan por las publicaciones dedicadas al debate y la divulgación cultural. El artículo, que aborda su importante rol, histórico y presente, de fomento del diálogo y la reflexión, se refiere también a nuestra propia Revista Universitaria, la que celebra sus 110 años de vida muy activa en la UC.
photo_camera Anales de la Universidad de Chile, Atenea de la Universidad de Concepción y Revista Universitaria de la UC, son algunas de las publicaciones nacionales que han cumplido el rol de fomentar la reflexión desde la academia. (Crédito fotográfico: Leiada Krözjhen / Unsplash)
Este artículo fue publicado originalmente en Revista Universitaria nº182
Una rareza. Un espacio inusitado en el ecosistema de los medios. Una extravagancia más de Latinoamérica. Eso podrían pensar los lectores europeos y norteamericanos sobre las revistas universitarias que circulan en esta zona del mundo y que dedican sus páginas a la divulgación del conocimiento y la reflexión crítica.
Lo anterior no implica la ausencia de esas publicaciones en las grandes metrópolis. Sí da cuenta, en cambio, de una diferencia entre los hemisferios: el tamaño de los mercados desarrollados, así como los recursos de los que disponen, les permiten tener grandes medios con vocación pública, como la National Public Radio en Estados Unidos y la BBC en el Reino Unido. En América Latina, algunos de los planteles más relevantes del continente han asumido la tarea de alentar la conversación común y plantear, de paso, una que otra pregunta acuciante. Por escrito.
Los ejemplos no sobran, aunque tampoco faltan. Ahí está la Revista de la Universidad de México, impulsada por la UNAM, un referente regional de la cultura. Más acá, en Colombia, Pesquisa Javeriana destina sus mejores armas a la divulgación científica. Al otro lado de la cordillera, la Universidad Nacional de San Martín dio origen a Anfibia, una de las sobrevivientes más dignas entre las publicaciones dedicadas al periodismo narrativo. Todas combinan la forma tradicional de las revistas con el uso de las redes sociales, la publicación de videos, la grabación de podcasts y el envío de boletines.
Todas, también, comparten en mayor o menor medida una serie de preocupaciones. Además de un apoyo institucional a veces inestable y estrecheces ocasionales en las fuentes de financiamiento, estos proyectos editoriales enfrentan desafíos propios del momento histórico que se vive: la guerra encarnizada por la atención en internet, el predominio del lenguaje audiovisual abreviado y hasta una desconfianza profunda en las antiguas autoridades proveedoras de conocimiento, incluyendo académicos, científicos y periodistas.
El panorama, por lo visto, no es fácil. Pero ¿alguna vez lo fue?
Pensar con la comunidad
Corría el año 1844 cuando, a instancias de la recién creada Universidad de Chile, vio la luz Anales, señalada por el propio plantel como “la publicación periódica más antigua de América en lengua castellana”. Según indica su nombre, hasta 2024 ha publicado un número cada año. Sus ejes temáticos, que van desde el rol de los intelectuales públicos hasta los derechos sociales en Chile, suelen ser de interés para la comunidad en general, aun cuando la revista se centra en las reflexiones y las investigaciones surgidas al interior de esa casa de estudios.
Ocho décadas después y 500 kilómetros hacia el sur, la Universidad de Concepción lanzó la revista Atenea con el propósito de construir un espacio de debate y producción intelectual. La publicación, entre cuyas páginas han circulado textos literarios y ensayos críticos de las mejores plumas contemporáneas, cada año otorga el Premio Atenea a los libros más destacado del período.
—Atenea ha pensado con, y este verbo es importante, la comunidad educativa, intelectual y científica chilena e hispana –dice desde Concepción Clara Parra, directora de la revista–. Lo ha hecho en los ámbitos sociales, artísticos y humanísticos que inciden directamente en la comprensión de nuestro mundo tal y como lo conocemos, y en sus diversos estados y procesos de cambio político, económico y cultural.
No es el único esfuerzo en esa dirección nacido a lo largo de Chile. Quinchamalí, de la Universidad del Biobío y el Instituto O’Higginiano de Ñuble, se ha perfilado con el curso de los años como una referencia de la difusión cultural del país, una labor que, como pocos, lleva adelante fundamentalmente en formato impreso. Ventana, de la Universidad de La Serena, es otro ejemplo de una publicación que pretende llevar el quehacer académico de su plantel a un cruce con las inquietudes de la sociedad.
Estos proyectos editoriales enfrentan desafíos propios del momento histórico que se vive: la guerra encarnizada por la atención en internet, el predominio del lenguaje audiovisual abreviado y hasta una desconfianza profunda en las antiguas autoridades proveedoras de conocimiento, incluyendo académicos, científicos y periodistas.
Un lugar de encuentro
Han sido 110 años casi ininterrumpidos al servicio de las ideas. En 1915, la UC comenzó a publicar la Revista Universitaria, cuya etapa más temprana estuvo dedicada a la difusión de los trabajos de académicos y estudiantes de Agronomía, Arquitectura, Derecho, Ingeniería Civil y Subingeniería. Un lustro después, amplió su alcance y se autodenominó “Publicación bimestral de la Universidad Católica de Chile”. El objetivo: consolidar la comunidad universitaria y establecer un puente entre la institución y la sociedad.
De 1936 a 1968, la revista reanudó el énfasis disciplinar presentando los Anales de la Academia Chilena de Ciencias Naturales. A ello siguió un cierre de una década, tras lo cual, desde 1978, se proyectó “una nueva revista que rompiera el enfoque especializado para crear un punto de encuentro interdisciplinario que respondiera las preguntas que se hacían Chile y el mundo”, según consignan las periodistas Cecilia García Huidobro –exdirectora de RU– y Paula Escobar en el libro Una historia de las revistas chilenas.
—Luego de estas etapas, durante los últimos años la Revista Universitaria se ha perfilado como un lugar de encuentro en torno al pensamiento y la imaginación crítica de Chile y de Latinoamérica, con la mayor amplitud posible de voces –plantea Miguel Laborde, director de RU desde 2007–. Nuestro propósito consiste en ofrecer una publicación conectada de forma intelectual y emocional con los desafíos y los sueños de los territorios: una revista que recoja las miradas que nos constituyen como comunidad y que, al mismo tiempo, intente anticipar el mundo nuevo que está emergiendo.
Paralelamente, entre 1954 y 1967, el historiador Jaime Eyzaguirre llevó adelante Finis Terrae, destinada a la publicación de ensayos e investigaciones académicas. El proyecto, sin embargo, enfrentó una controversia: a mediados de los sesenta, los estudiantes y profesores UC con ideas afines al cristianismo marxista lo sindicaron como el reducto de un conservadurismo anacrónico. Eyzaguirre, quien además estaba al frente del Departamento de Extensión, terminó saliendo de la casa de estudios. Su partida, así como la desaparición de Finis Terrae, permitieron “allanar el camino hacia el inmediato proceso de Reforma Universitaria”, se lee en un artículo del investigador Gonzalo Larios.
Por las páginas de Revista Universitaria ha circulado un vasto mosaico de voces procedentes de todo el mundo, desde el escritor y exdiputado brasileño Jorge Amado hasta el expresidente de Colombia Juan Manuel Santos, pasando por los premios Nobel de Literatura Octavio Paz y Mario Vargas Llosa. Se suman incontables académicos, artistas, científicos, políticos, pensadores y agentes de cambio que, bajo diversos formatos, han aportado a la construcción de un espacio común donde pensar la realidad.
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1 enero de 1915
Fundación de la Revista Universitaria (RU), bajo el rectorado de monseñor Martín Rücker. Nació como un espacio de difusión e intercambio entre las facultades, bajo la iniciativa de fortalecer el espíritu universitario y hacer público lo que realiza la institución, en beneficio del conocimiento y desarrollo del país.
Mayo de 1920
La RU se convierte en una “publicación bimestral” de la Universidad Católica. Se consolida como un espacio de extensión de la vida universitaria en la UC.
1922
Jorge Larraín asume como director de la publicación.
1925
Francisco Vives se convierte en el director de la RU.
Agosto de 1936
El medio comienza a difundir los Anales de cada una de las academias e institutos pertenecientes a la universidad.
1939
Jaime Eyzaguirre asume como director de la RU.
19 de agosto de 1953
Se funda el departamento de Extensión Cultural de la UC, el cual, un año más tarde, crea la revista Finis Terrae.
1968
Cierre temporal de la RU, durante el rectorado de Fernando Castillo Velasco.
1978
Para el nonagésimo aniversario de la fundación de la universidad, el departamento de Extensión Cultural de la UC refunda la RU. Asume como director el vicerrector de Comunicaciones de la época, Hernán Larraín.
1993
Cecilia García-Huidobro asume la dirección de la RU.
1997
Sonia Quintana ocupa el cargo de directora.
2002
Gonzalo Saavedra asume la dirección.
2007 a la actualidad
Miguel Laborde asume la dirección de la RU.
2015
Se celebra un siglo de la publicación.
2025
En el Centro de Extensión Alameda, y bajo el rectorado de Juan Carlos de la Llera, se celebran 110 años de la publicación, que todavía dirige Miguel Laborde.