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Los desafíos y oportunidades tras el estallido social


Tras el malestar, viene la pregunta por el país que queremos, donde surgen temas que apuntan a la convivencia nacional, el sistema político y el bienestar social, al tiempo que se nos abren nuevos caminos de diálogo, acuerdos y trabajo conjunto. Recuperar la confianza y el sentido de bien común aparecen como claves.

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photo_camera “Esta crisis, que nos zamarrea en todos los sentidos, nos hace -como toda crisis- cuestionarnos acerca de quiénes somos, hacia dónde queremos ir, qué es lo que tenemos y cuáles son nuestras necesidades", afirma Roberto González, experto en psicología social. (Fotografía: Shutterstock)

“Lo que nosotros vivimos como país fue una ‘crisis del desarrollo’”.

Así lo afirma Roberto González, académico de la Escuela de Psicología e investigador del Centro de Estudios de Conflicto y Cohesión Social, COES.

Las personas vivimos distintas crisis a lo largo del desarrollo evolutivo. La adolescencia es un quiebre en la manera en que nos relacionamos con nuestros padres y nuestros pares, tenemos demandas específicas y se produce una tensión, un proceso de acomodo. Un proceso similar vivimos como país. Chile venía desarrollándose a distintos ritmos, abordando distintos temas, donde lo macro económico, lo macro social, venían empujando el desarrollo en muchas direcciones. Se juntaron dos visiones, una que mostraba los logros alcanzados, y otra que decía ‘sí, hemos crecido, pero nos falta todo esto’. Hasta que esto colisiona para dar probablemente paso a un nuevo ciclo en el desarrollo de la política de Chile”, explica el investigador, experto en psicología social y política.

Chile alcanzó un desarrollo significativo en las últimas tres décadas. Mientras en los 80 el ingreso per cápita era de 2.500 dólares, en 2018 este superaba los 16 mil (Banco Mundial); mientras que la pobreza era del 40% en 1990, esta cayó a 9% en 2013 (Observatorio Ministerio de Desarrollo Social); el número de años de escolaridad pasó de nueve en 1990 a 11 en 2017, y la matrícula en la educación superior tuvo un espectacular aumento de 200.000 estudiantes en 1984, a un millón doscientos mil en 2019 (SIES, Ministerio de Educación), entre otros indicadores.

Al mismo tiempo, nuestro país ha permanecido como una de las naciones más desiguales del mundo. El índice de Gini -utilizado para medir la desigualdad-, es de 0,47 (después de impuestos y transferencias), cifra que nos sitúa en el lugar 24 en términos de desigualdad respecto del total de 159 países (Banco Mundial). “Aún hay una diferencia muy fuerte entre quienes tienen más y el resto”, afirma González. A lo que se suman otros indicadores, como los altos niveles de endeudamiento por hogar, incrementándose de un 41% en 2004 a un 75% en 2019 (Banco Central).

Todo esto, sumado a un contexto de casos de colusión y crisis institucionales, fue generando una fuerte sensación de malestar. “Los movimientos sociales son expresiones de percepción de injusticia, rabia, promesas no cumplidas”, afirma el académico.

Y continúa: “Esta crisis, que nos zamarrea en todos los sentidos, nos hace -como toda crisis- cuestionarnos acerca de quiénes somos, hacia dónde queremos ir, qué es lo que tenemos y cuáles son nuestras necesidades… Mirado en la perspectiva del tiempo, la idea de haber apostado que la salida de este conflicto era el cambio de la Constitución, el haber dado ese paso tan significativo, generó una instancia nueva, donde puedes reposicionar la tensión en algo que lleva a una nueva etapa de desarrollo”.

El país que queremos

"“Otro valor importante es la idea del bien común, de volver a convencernos de que construir un país es tarea de todos, donde lo que hay es una genuina vocación por servir al bien común, al interés de todos”, expresa el profesor de Derecho Sebastián Soto. (Fotografía: iStock)
"Otro valor importante es la idea del bien común, de volver a convencernos de que construir un país es tarea de todos, donde lo que hay es una genuina vocación por servir al bien común, al interés de todos”, expresa el profesor de Derecho Sebastián Soto. (Fotografía: iStock)

Como afirma el rector Ignacio Sánchez: “El principal mensaje que aprendimos como universidad tras el estallido social es que la escucha activa es muy importante y necesaria. Así nació la iniciativa Tenemos que Hablar de Chile, liderada por el Centro de Políticas Públicas, en conjunto con la Universidad de Chile, en donde han participado más de nueve mil personas. Tres son los aspectos que destaco de esas conversaciones: La incertidumbre que existe en el futuro, pero con gran esperanza que todos y todas podamos aportar a ese futuro común; la necesidad de valorar la diversidad que tenemos en el país; y el valor que tiene la educación como un elemento muy importante de cohesión social y de entregar oportunidades a las nuevas generaciones".

Como expresa Mariane Krause, decana de la Facultad de Ciencias Sociales: "El estallido social —como la erupción de tensiones acumuladas por décadas, provocadas por el individualismo y las desigualdades, y por la pérdida de solidaridad y vida comunitaria en el país—  nos obligó a remirar nuestros vínculos, a repensarlos y a oír con mayor atención y franqueza los dolores, anhelos y frustraciones de los demás. Esta suma de desesperanzas, felizmente, obtuvo una salida democrática a través del Plebiscito y la futura redacción de una nueva Carta Magna por una Convención Constituyente integrada de las diversidades que nos conforman y hoy tienen voz.

Varios son las temáticas que han surgido en esa búsqueda del país que queremos: equidad de género, pueblos originarios, migrantes, cambio climático y temas ambientales, educación, fondos de pensiones, descentralización y derechos sociales, entre otros. “Al impulsar este cambio constitucional, nos obliga como sociedad a mirar lo que tenemos de manera crítica y a reflexionar acerca de eso”, agrega González.

Como agrega Julieta Suárez-Cao, académica del Instituto de Ciencia Política: “Hoy hay que repensar un montón de las cosas que dábamos por sentadas en el siglo pasado y que vienen particularmente de la mano con reconocer el cambio climático, y pensar fuera de la caja, nuevas estrategias de desarrollo sustentable”.

Para Eduardo Valenzuela, académico del Instituto de Sociología, “ha cambiado el sentido de urgencia que adquieren ciertos problemas que venían aquejando al país. La necesidad de reformar nuestras instituciones que se habían hundido en un descrédito general, incluyendo las instituciones políticas, pero también morales. Y luego, la demanda por ampliar el estado social que se había quedado demasiado estrecho para las aspiraciones de un país de clase media que requiere una mejor salud, previsión, educación y vivienda de la que estamos proveyendo”.   

Confianza, diversidad y otros temas "clave"

Como afirma el profesor de la Facultad de Derecho Sebastián Soto: “Hay una serie de desafíos para el país que están vinculados con la convivencia, con la política y con el progreso y bienestar. Todos ellos tienen algún reflejo constitucional, pero no son desafíos exclusivamente constitucionales. En ese sentido, la Constitución puede colaborar a superarlos, resolverlos, o puede contribuir a que estos permanezcan en permanente crisis”.

Un tema que para este experto en Derecho Constitucional resulta fundamental, es la discusión respecto de lo que él llama la “sala de máquinas”, nuestro sistema político o el conjunto de reglas que permiten gobernar. “En el diseño de la sala de máquinas se juega el futuro de la nueva Constitución, porque aquí se juega la capacidad que tiene el país de tomar decisiones para mejorar su convivencia, para sanear su política y para distribuir el bienestar”.

Todo esto, en un contexto de incertidumbre y polarización, y ad portas de elecciones presidenciales y parlamentarias. “Todo momento constitucional es un momento de incertidumbre, en donde hay que hacer los mayores esfuerzos para dar estabilidad y seguridad”, agrega el profesor Soto.

Para lograr esto, un elemento clave es la confianza. En Chile, los niveles de confianza han caído de manera sistemática en los últimos cinco años en todas las instituciones: de Gobierno, Congreso, Tribunales, partidos políticos, la Iglesia Católica y Evangélica, las Fuerzas Armadas, Carabineros… (Ver Encuesta CEP, 2019) “Eran las instituciones que tradicionalmente le daban el sostén y la base de la convivencia social al país”, afirma Roberto González, y agrega: “Nuestra crisis es una crisis de legitimidad, de confianza que tenemos en las instituciones”.

Otro tema es la diversidad en una sociedad donde los pueblos originarios y migrantes alcanzan en conjunto cerca del 20% de la población total. “Nuestra matriz cultural se ha transformado, producto de nuestra integración, antes éramos un país mucho más aislado, más cerrado”, dice González. “Este tema para mí es de los más desafiantes que tenemos: la convivencia en la diversidad”. Y esto, en todos los planos: ideológico, político, religioso, sexual, socioeconómico, origen nacional, pueblos originarios, etc.

Otro valor importante es la idea del bien común, de volver a convencernos de que construir un país es tarea de todos, donde lo que hay es una genuina vocación por servir al bien común, al interés de todos”, expresa Sebastián Soto. Aquí es donde los acuerdos y el alcanzar objetivos comunes en conjunto, se convierte en un gran desafío frente a la polarización y la radicalización de las ideas.

Un momento nuevo

“A través de iniciativas como Tenemos Que Hablar de Chile, encontramos que esta es una ciudadanía que quiere acuerdos, diálogos y deliberación: no es una ciudadanía altamente polarizada ni enemistada", afirma la profesora de Ciencia Política Julieta Suárez-Cao. (Imagen: Tenemos Que Hablar de Chile)
“A través de iniciativas como Tenemos Que Hablar de Chile, encontramos que esta es una ciudadanía que quiere acuerdos, diálogos y deliberación: no es una ciudadanía altamente polarizada ni enemistada", afirma la profesora de Ciencia Política Julieta Suárez-Cao. (Imagen: Tenemos Que Hablar de Chile)

Yo creo que las oportunidades más prometedoras del proceso constituyente es que este puede remover las bases de nuestra convivencia y la política, de modo de generar a futuro una política más responsable, menos farandulizada, que vuelva a confiar en los acuerdos y abandone la lógica ‘amigo-enemigo´. Así como también renovar nuestra forma de convivir. Para lograr todo ello, tan importante como la Constitución, son los acuerdos, prácticas y nuevos líderes que nos permitan promover una política más sana y una convivencia donde se condene la violencia”, afirma Sebastián Soto.

Como añade Mariane Krause: "Como toda propuesta de cambio social democrático, es un anhelo frágil, cuyo éxito y concreción dependen de la comunicación, escucha activa, interrelación, cooperación y empatía de todas y todos nosotros. Aportar no sólo al progreso y crecimiento propios y de nuestro entorno más próximo, sino al de todas y todos los demás, es lo que dará sentido a todo este proceso de transformación psico-socio-cultural".

Para Eduardo Valenzuela, se abrió “la oportunidad de construir un consenso amplio para enfrentar nuestros próximos treinta años, con acuerdos fundamentales en la forma cómo diseñamos el sistema político y en la definición del Estado que queremos. Una vez pasada la crispación electoral, podemos esperar que la mayor parte concurra en un consenso semejante”.

Como expresa Julieta Suárez-Cao: “El estallido social abre un momento nuevo, de mucha mayor horizontalidad, mayor comunidad, de asociativismo y no con tantas jerarquías”. Y agrega que tenemos “la oportunidad de un nuevo pacto social, donde el poder esté mucho menos concentrado y centralizado, y donde llegue la toma de decisiones a los territorios, y que la ciudadanía también pueda ser partícipe. Y que además tenga representantes más diversos, más inclusivos, más parecidos a la sociedad en su conjunto, como es la Convención Constituyente, con escaños reservados, con paridad y personas de distintos caminos de vida”.

Otro ámbito de oportunidades es la educación. “Encauzar la educación del futuro de modo que nos prepare para enfrentar estos desafíos, especialmente relacionados con nuestra convivencia social, también es clave”, dice Roberto González.

El rol de la academia

La academia tiene un rol muy relevante. Múltiples son los aportes que ha desarrollado la UC en este sentido, que se encauzan principalmente en iniciativas de diálogo -como Tenemos que Hablar de Chile y otras iniciativas internas-; el Foro Constitucional UC, cuyo objetivo es contribuir al debate constitucional y a la participación informada de la ciudadanía; y propuestas y actividades que contribuyan a la discusión de una nueva Constitución (Ver Especial “Aportes de la UC al Proceso Constituyente”).

“A través de iniciativas como Tenemos Que Hablar de Chile, encontramos que esta es una ciudadanía que quiere acuerdos, diálogos y deliberación: no es una ciudadanía altamente polarizada ni enemistada. Y junto con esta nueva horizontalidad, también viene de la mano un pedido por mayor debate, participación y escucha de la clase dirigente para con la ciudadanía de a pie”, dice la profesora Suárez-Cao.

Como concluye el rector Sánchez: "Nuestra universidad quiere ser una plataforma de diálogo, un espacio amplio de escucha y de discusión de argumentos, para lograr consensos y así poder avanzar. Desde la UC, estaremos siempre disponibles para aportar al diálogo transversal. Queremos ser parte de las discusiones que se requieran para impulsar procesos de cambio que permitan que las futuras generaciones tengan más y mejores posibilidades de desarrollo".


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