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Philippe Claudel en “La Ciudad y las palabras”


El escritor y cineasta francés fue el más reciente invitado al ciclo “La Ciudad y las palabras”, que organiza de manera gratuita y abierto a todo público el Programa de Doctorado de Arquitectura y Estudios Urbanos de la UC. El encuentro se concretó al día siguiente del atentado en París al diario Charlie Hebdo por lo que el invitado partió su presentación haciendo alusión al tiroteo que causó la muerte a 12 personas.

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photo_camera Archivo UC

“Estoy feliz de estar aquí para poder abordar temas que me son muy queridos y que están en el centro de mis preocupaciones como escritor. Claro que el contexto en Francia desde el terrible atentado que golpeó ayer una institución de prensa como Charlie Hebdo, es un shock importante. Pero creo en momentos tan importantes como este hay fenómenos que acontecen y que son felices, como el testimonio de solidaridad en Francia, un país que es más bien egoísta desde hace algún tiempo. Me doy cuenta que la gente está cerca uno de otro”, así partió el escritor Philippe Claudel su primera participación en el ciclo “La Ciudad y las palabras”, que organiza el Programa de Doctorado de Arquitectura y Estudios Urbanos, de la Facultad de Arquitectura, Diseño y Estudios Urbano de la UC. El encuentro se concretó al día siguiente del atentado en París al diario Charlie Hebdo por lo que el invitado partió su presentación haciendo alusión al ataque terrorista.

Explicó que para él es muy importante desde dónde se escribe, a partir de qué lugar, de qué tiempo. “El territorio en el  cual estamos, la época, me parecen informaciones fundamentales para aclarar el acto de la escritura, y de una manera más general el acto de la creación”. Para él la infancia es cada vez más esencial a medida que pasan los años.

“Desde donde yo escribo no lo puedo disociar del lugar de la infancia, que es el mismo sitio donde vivo hoy. Cuando digo que vivo a 300 metros del lugar donde nací,  la gente se impresiona. Yo he estado siempre ahí. Soy un viajero constante, pero con raíces y para comprender mi camino de escritor hay que saber cuál es mi territorio de nacimiento, de infancia, de vida y ustedes van a  comprender que aclara considerablemente una parte de mis textos”, comentó.

Su ciudad se  llama Dombasle-sur-Meurthe y está  en la Lorena, en el este de Francia, cerca de la frontera con Alemania. Contó que muchos ejércitos llegaron a este lugar, que fue tocado por las guerras desde siempre. “En la zona donde vivo operó el único campo de exterminio en el territorio francés. Los franceses lo ignoran, creen que los campos de exterminación existieron solo en Alemania o en Polonia, o en la ex Checoslovaquia. Pero en Francia hubo un  mini Auschwitz  y que fue un lugar de mucho sufrimiento, el campo de Struthof. Es un territorio que está marcado por la historia sufriente. Un territorio de frontera, estoy muy cercano a un país, a una hora, que fue el enemigo, entre comillas, durante mucho tiempo”. Destacó que Alemania está en todas las conversaciones, que el paisaje visual de la guerra, sobre todo la Primera Guerra Mundial marcó la morfología del lugar, parecía un paisaje lunar, con hoyos, sigue existiendo aunque la naturaleza creció. “Al pasear por ahí y mientras busco champiñones veo trozos de cascos, restos de botas e incluso de huesos de soldados”, agregó. 

Recordó que en su familia se hablaba de los alemanes como bárbaros pero extrañamente apenas había un fin de semana soleado la familia partía a Alemania. “Cruzábamos la frontera y mis padres, tíos, se extasiaban ante la pulcritud y orden de Alemania; la gentileza, el saber vivir, los buenos modales,  eran los mismos adultos que  hablaban mal de Alemania y al mismo tiempo los veían como un pueblo envidiable. Siendo niño era difícil entender esas diferencias’’. 

Explicó que siempre le fascinó la idea de vivir no en el centro del país sino en sus márgenes y esto se encuentra en algunos de sus textos.  

“El frecuentar la naturaleza fue algo esencial en mi infancia. Pertenezco a una generación para la cual los padres no concebían los peores miedos. Muy jóvenes nuestros padres nos daban permiso para salir por una tarde o todo un día y estar solos en la naturaleza.  Mi mayor placer siendo niño era dimensionar el territorio, establecer una suerte de topografía íntima, cuál era mi espacio, hasta dónde podía llegar como explorador. Después me di cuenta que tenía una cercanía extremadamente roussoniana de la naturaleza”, contó. 

Comentó que forzosamente escribe sobre ese siglo. “Cuando hacía la pregunta desde dónde escribimos,  está el territorio y también está el tiempo. Yo soy un producto de esta época, soy contemporáneo de los nuevos genocidios.  Se pensaba que después del genocidio perpetrado por los nazis tendríamos una suerte de resurgimiento humanista y eso no volvería a pasar. La gente olvida lo que pasó en Yugoslavia que produjo muchas víctimas entre el año 90-95, los actos de barbarie han continuado.  Estoy en un siglo donde los hombres parecen dormirse y generar su propio veneno, esta inquietud se transcribe en lo que intento escribir”. 

“Las novelas que escribo a priori las podríamos clasificar de realistas, la mayoría, pero sabemos muy bien que la literatura es todo salvo realista, el arte bordea lo real, pero lo manipula, lo metamorfosea, lo trabaja”, explicó. 

Para Philippe Claudel el arte mayor es la pintura y detrás pone a  la literatura, la música y las otras formas artísticas que existen.  “La pintura ha sido siempre un elemento de inspiración para mí y claramente la pintura de los paisajes. La pintura es una metamorfosis de lo real que siempre me ha impresionado, y si yo me hice un practicante de la escritura fue porque no pude ser pintor, lo intenté.  Es el gran drama de mi vida, si yo hubiera sido un poco mejor en la pintura, jamás hubiera escrito’’.

Explicó que le gusta la pintura porque propone inmediatamente un lugar que puede ser apreciado por un espectador, cualquier sea esta persona, su lengua, su cultura, la pintura no tiene necesidad de ser traducida ni de cronología. Entre los pintores que considera que lo han influenciado están: Gaspar Friedrich, romántico alemán de fines del silgo XVIII; y Jean Siméon Chardin, pintor de naturaleza muerta del siglo XVIII. 

“Mi proceso de escritura tiene que ver con la cantidad de técnicas que le pide prestadas a las otras formas de arte. Nunca he entendido a esos escritores que no se preocupan de las otras artes. No quiero darle lecciones a nadie pero para mí sería imposible crear sin las otras artes”. 

Se refirió brevemente a algunas de sus novelas que están traducidas en español, como “Almas grises” (2005), “La nieta del señor Linh” (2006) y “El informe de Brodeck” (2008).

Después contó de su trabajo en el cine y mostró algunos trozos de sus películas, como: “Todos los soles” o “Silencio del amor”; “Hace mucho que te quiero”  y “Antes del frío invierno”. 

 

INFORMACIÓN PERIODÍSTICA

Magaly Arenas, marenasz@uc.cl


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