Columna: Abuso de licencias médicas: un problema más profundo que un “doctor bueno”
Un informe elaborado por la Contraloría General de la República reveló que más de 25.000 funcionarios públicos o funcionarios públicos mal utilizaron licencias médicas. El caso ha escandalizado a la opinión pública, pero ¿hacia quién o quiénes más podría dirigirse esa indignación, además del médico "buena onda"? El académico Pablo Celhay, autor de esta columna señala con énfasis que también "hay una realidad incómoda que no estamos enfrentando con la misma dureza y es que sí existe una demanda activa y persistente de licencias fraudulentas por parte de algunos pacientes".

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"Por años, el sistema de salud chileno ha combatido el fraude en licencias médicas con una lógica unilateral: perseguir y sancionar a los médicos que emiten licencias de manera excesiva o injustificada. Esta estrategia ha mostrado cierta eficacia, especialmente cuando se trata de un grupo reducido pero influyente de profesionales —el 0,5% de los médicos que emiten más del 8% del total de licencias—. Sin embargo, por más multas, suspensiones o penas que se apliquen, los resultados siguen siendo limitados. ¿Por qué? Porque estamos atacando sólo una cara del problema.
Los recientes casos de funcionarios públicos que aparecen vacacionando mientras gozan de licencia médica han escandalizado a la opinión pública. Pero la indignación no debería dirigirse únicamente al “doctor bueno” que firma sin revisar. Hay una realidad incómoda que no estamos enfrentando con la misma dureza: existe una demanda activa y persistente de licencias fraudulentas por parte de algunos pacientes. Mientras no incorporemos ese componente en las soluciones, el sistema seguirá siendo permeable al abuso.

El abuso de licencias médicas no es exclusivo del sector público, aunque allí se haga más visible. En el sector privado, el impacto económico es igual de preocupante, y los empleadores y aseguradoras enfrentan también los costos de esta conducta. Este es un problema sistémico. Y como tal, debe enfrentarse desde todos sus ángulos.
"Hay una realidad incómoda que no estamos enfrentando con la misma dureza: existe una demanda activa y persistente de licencias fraudulentas por parte de algunos pacientes. Mientras no incorporemos ese componente en las soluciones, el sistema seguirá siendo permeable al abuso"- Pablo Celhay, académico Escuela de Gobierno UC
El sistema actual facilita una práctica cada vez más común: el “shopping” de licencias. Un paciente puede consultar a distintos médicos hasta dar con alguno que, ya sea por convicción, cansancio o presión, termine firmando. Este mecanismo neutraliza cualquier efecto disuasivo que pudieran tener las sanciones aplicadas a los profesionales. El problema no se resuelve; simplemente se desplaza. Por eso, endurecer las penas no es suficiente. Se requiere un rediseño profundo del sistema, que incorpore herramientas de fiscalización más inteligentes y equilibradas, dirigidas tanto al médico que prescribe como al paciente que solicita.
Una medida concreta sería permitir el acceso, en línea y en tiempo real, al historial clínico y de licencias médicas del paciente al momento de la atención. Eso permitiría al médico tomar decisiones mejor informadas y cerraría espacios al abuso reiterado.
Aquí es donde la tecnología entra como aliada. En uno de nuestros estudios más reveladores en este tema se muestra que un sistema de monitoreo en línea —que simplemente alerta a los médicos sobre su patrón de emisión de licencias— logra reducir la sobreemisión en un 17%. Sin necesidad de sanciones inmediatas ni castigos ejemplares. Solo información y conciencia. Este enfoque, menos punitivo y más preventivo, podría ahorrar más de 60 millones de dólares al año.
Pero la fiscalización tecnológica no debe quedarse solo en los prescriptores. El uso de big data e inteligencia artificial para detectar patrones sospechosos en cotizantes —como cambios reiterados de médico o diagnósticos incongruentes con las especialidades— es urgente. Al igual que campañas de educación pública que expliquen que este tipo de fraude no es un “favor personal” ni un “beneficio ganado”, sino una forma de erosión al sistema solidario de salud que, tarde o temprano, afecta a todos.
En resumen, si queremos avanzar hacia un sistema de salud justo y sostenible, necesitamos dejar de pensar en el fraude como un problema de médicos “corruptos” aislados. Es un fenómeno de oferta y demanda, con redes, incentivos y zonas grises. Y las soluciones más efectivas, como muestra la evidencia, combinan tecnología, datos, monitoreo activo y educación, más que castigos tardíos.
Pero más allá del castigo, lo que transforma es la responsabilidad individual y colectiva.
